A FALTA DE PAN...

A FALTA DE PAN…

Me siento como una torta casera,
una torta vieja, dura y abandonada.
Una torta, como las que solían hacer,
las afectivas abuelas de mi juventud.

Una torta que… estaba buena, si,
aunque en realidad, es que no
había por entonces… cosa más
apetitosa que llevarse a la boca.

Ya por todos es harto conocido,
aquel antiguo refrán que decía…
“A falta de pan, buenas son tortas”

Así, de esa forma me has tratado
tú a mí, no disponías de rico pan
para extasiarte, y… me utilizaste
para calmar tu febril voracidad.

¡Menudos banquetes te diste!
O al menos, eso dabas a entender…
en tus eternos y perennes instantes
de ardiente y voraz… apetito sexual.

Yo te quería, te quería mucho,
aunque sabía por tu estado civil…
que eras difícil, casi inalcanzable,
y el tiempo me ha dado la razón.

Pero en cierto modo, el tiempo,
al igual que yo, se equivocaba,
pues, no es que fueras como
dije imposible de alcanzar,

es que tú, ya disponías de varios
pasteleros… en tu apretada agenda,
para tu esmerado servicio de deleite
carnal, erótico, libidinoso y lujurioso.

¿Para qué conformarte con uno
si tienes a tu alcance y servicio,
a todo el gremio al completo?
¡Disfruta ahora que eres joven!

Por mi parte, una recomendación,
precisa, no forzosa por supuesto.
Y es que, alguna de las veces que…
te miras en el espejo, te preguntes…

¿Quién soy yo, qué hago aquí?