El día que decidí un juego

LS9

Mi corazón no latería igual 

sin aquellas fantasías con olor 

de césped y la suciedad del 

uniforme regado en la tierra.

 

Hace mucho tiempo mudé esos sueños

de los terrenos a las gradas de mi casa 

y después decidí cubrir mi piel 

de aficionado con el traje y la corbata 

de las palabras sin bando, frente a 

la hoja de la página deportiva y 

las cabinas de narración donde 

intentaré batear un poco de poesía.

 

Si a estas alturas no han pisado 

la base, me entrego con la bola 

en la mano: soy uno de tantos peloteros 

frustrados, pero una vez 

decidí un juego, lo recuerdo 

ahora, en la Secundaria,

en uno de tantos partidos en horario

de almuerzo ¿existirán todavía?

 

Ese día pegué hits en mis tres 

apariciones. Cuando el marcador

estaba empatado, parado a la zurda 

como Yunier Mendoza, conecté

una línea por la banda contraria 

y definí la victoria. Aunque nos 

tocaba cubrir al campo para la 

última entrada, el timbre nos obligó

a volver al aula, a las palabras

donde descubriría la magia de la

crónica y a los números, nunca tan

grandiosos como cuando se 

llaman estadísticas de la pelota.

 

Por eso eres tan hermosa ¡Hasta a

los peores bateadores nos reservas

una tarde de gloria!

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