(Veintiuno)

OscarCampos

 

“El vacío no significa ausencia,

en la profundidad los ecos de un enigma

desértico, dialogaba con la soledad.

Es tanto el silencio que se escuchaba.

 

El pozo de agua,

 un espacio de memoria

 como el inicio y el fin de todo.

 

El hombre huye,

de sí mismo, la memoria

es tan brutal, que cambian

las huellas de la arena,

las grietas de la ciudad,

y lavan las esquinas de huellas.

 

El ciruelo, mudo testigo del asfalto

calla, pero su fruto partido,

 guarda las sombras del tiempo,

  el espejo de las estaciones,

  y las manos que esconden la realidad.

 

Tu alma,

pozo profundo que esconde un vacío,

una ausencia para desprenderse

de la memoria”

 

En el fondo del pozo,

el joven, comprendió

que no era el principio

sino el final.

 

El vacío por llenar

nacía en el presente,

un espejo donde la memoria,

jugaba con su rostro,

reflejado en la tranquilidad

 de la humedad.

 

El pozo siempre espera

ser descubierto para dialogar,

responder las preguntas,

de los fragmentos del pasado,

y armar el puzzle de la humanidad.

 

Miraba dentro del pozo,

buscando algún ser vivo,

girando,

 sobre las manchas de humedad,

había un espejo, le dijo:

“No te temo”,

el pozo dejo de ser un abismo,

 o una pausa de muerte,

luego, encontró la ausencia,

como un niño travieso,

armaba los eslabones de la memoria,

como el final de un nuevo principio.

 

En la ciudad,

aun se preguntan:

“¿El ayer es el inicio o el final de la memoria?”

 

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