Comarca

Antonio Liz

¿Cuál fue aquel, que despertó a los blancos?.  Si es por cómo se asoma el sol, o cómo se sienta la luna, entonces estamos perdidos en este mundo.  Una cruz define la prosperidad, aquella que  se afinca en el material de la flecha.  

 

 

 

 Mientras la pólvora insiste en ser superior, nuestras danzas interpretan la oposición.  Mientras bailo alrededor al ritmo del fuego, la pólvora lo define  primogénito.  La algarabía se siente en mi tribu,  gritos de batalla,  ambiente conmovedor,  ingrediente para bajar la tensión. Escucho del otro lado cómo se disparan las armas, y los blancos  claman victoria,  con sabor a venganza. Mientras las balas  se gastan por regocijo,  sus escopetas  callarán  después de los gritos.  

 

 

 

El jefe prosigue a indicarnos el camino de su sueño, donde los blancos llegaron a nuestras tierras y nos robaron nuestra herencia.  Soy el menos indicado, y el poco sabio, pero según las historias del  oeste, ellos son los santos.  Buscando la paz,  me aparto de la realidad, busco la noche perfecta, para buscar una específica estrella, aquella jefa de su tribu, buscando otro consejo, que no sea el de la lanza y el calibre.

 

 

 

No estoy loco,  soy como las sin fin,  aquellas con ojos abiertos, que se mantienen calladas en el cielo.  Un día soñé que bajaron a reclamar lo suyo, el sol y la luna abrieron su paso sin discusión alguna. Su ejército estaba preparado para atacar. Al llegar a la tierra,  no encontraron un escuadrón, tampoco a un jefe, y menos a un batallón. El silencio borró los gritos de danzas, el sonido de las escopetas, y los árboles que daban flecha.  La disputa desapareció, y la tranquilidad de alguna manera se estableció.  La única respuesta la tienen las cenizas, aquellas que ahora representan la tierra.  Sin nadie que la reclame, y que derrame sangre por ella, ahora me siento a gusto,  siendo parte de ellas.

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