Tuve que adentrarme al exterior después de semana y media recluido, me llamaron para trabajar, fue como salir de un letargo, algo muy extraño. Cogí el coche y lo primero que hice fue poner música y bajar la ventanilla para poder sentir el aire fresco en mi cara, mientras conducía por la ciudad bajo una losa gris ceniza, me sorprendía una sensación de soledad, estaba recorriendo una ciudad fantasma, vacia, inhabitada. Cuando había avanzado unas manzanas me crucé con un coche en marcha y nos miramos mutuamente, más adelante vi algún peatón con su perro y al pasar a su altura también nos miramos, pero lo que más me dejo asombrado fue ver autobuses urbanos circulando vacíos, sin usuarios en su interior. Los pensamientos cruzados que me invadían iban desde el atractivo del silencio como paz y el vacío como aislamiento, separación. Todo esto me seguía produciendo sensaciones de rareza, desconcierto, abandono y desamparo; me recordaba a novelas ya leídas sobre epidemias, enfermedades contagiosas (La montaña mágica, la peste, ensayo sobre la ceguera…) o a esas películas y series que nos muestran una distopía (una sociedad ficticia indeseable) después de una interrupción súbita de nuestra normalidad, de nuestra rutina debido a una pandemia, alerta atómica por un escape radioactivo de una central nuclear, etc. (El cuento de la criada, Chernóbil).
Después empezaron a concurrir pensamientos sobre las políticas que se llevaban a cabo para combatir este maldito virus mutante (se han tomado a tiempo, son las correctas, estamos preparados, brotara por fin el sentido común entre los políticos, etc.). Sobre la transcendencia que podría acarrear a nuestras vidas esta Pandemia rápida y letal, en este silencio de muerte y soledad, que estaba probando a la humanidad (nuestra resistencia, nuestra inteligencia, nuestros comportamientos, como nos adaptaremos, etc.). Nos unirá para remar todos juntos en la misma dirección o pasará lo de siempre: la espantada y sálvese quien pueda, pagando siempre con la vida y con sufrimiento los mismos, esa mayoría desheredada. Acudían atropelladamente pensamientos-sentimientos de desaliento y desasosiego (superaremos esto, cuando termine como nos vamos a recuperar de una economía rota, morirá algún familiar, etc.). Hemos subestimado a este enemigo invisible y nos esta dando una lección terrible.
- Autor: Soponcio ( Offline)
- Publicado: 18 de enero de 2025 a las 06:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
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