La vida, deja de ser un ciclo,
su silencio cambia a una luz,
el eco de la luz
vuelve a corrientes,
inmensas,
hay cataratas en el cielo.
Dejan brumas aúricas,
la muerte se invoca como la puerta,
que desfragmenta el destino,
y es inquebrantable,
sus aguaceros,
en las hojas de las hierbas,
discos de acreción,
y de la muerte nace...
Y en la obnubilación,
dirijo mi conciencia
a las palabras,
puedo oír un címbalo,
cuencos y aguas cristalinas,
el cuerpo,
ígneo,
lento,
y mi palpitación,
pasa de esas hojas,
prueba el ácibar
de plantas silvestres,
el dulzor,
el abrigo,
y las heridas son de tierra,
solo luz animal es,
lo súbito;
el firmamento
que redime
sobre mi su existencia.
Y cuando el destino no es,
la calma permite avanzar
a esas almas ubicuas,
en locura,
y el fuego en lo humectado,
es una piedra y piel,
que tiene cuarzos blancos,
y sangre,
el fuego se expande,
y ¡grita! al cielo nocturno,
¡las hojas están hechas de sangre!
En ese abrigo,
en esa luz,
el ojo del cielo,
las geometrias que son ilusiones,
lo real,
ver el rostro de la verdad,
porque rapidamente
el cordón de sangre se separa,
y en éste rito,
la muerte respira nuevamente,
en las aguas transparentes,
al fin queda simplemente
lo que nace,
que es lo observado
que observa.
Aquí,
la manifestación:
"vuelve a ti y a tus sombras"
"vuelve a ti"
cruzo el portal,
en mi corazón hay un póstigo
a la luz,
a traves de péndulos,
y muerto queda
lo que muerte me da.
- Autor: Diego Rojas G. ( Offline)
- Publicado: 20 de enero de 2025 a las 23:59
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 3
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