Rubén Chan era un hombre de origen chino, de mediana edad, nacido en Panamá. Sus padres, inmigrantes de China Continental, habían llegado al país hace más de cincuenta años en busca de una vida mejor. Iniciaron su nueva existencia en la agricultura hasta que lograron establecer un pequeño negocio en El Chorrillo, Panamá en la planta baja de un edificio. Toda la familia dormía en la trastienda del comercio, ahorrando cada centavo y trabajando incansablemente para salir adelante.
Desde pequeño, Rubén aprendió de sus padres el valor del trabajo y el estudio. Aunque solo culminó la escuela secundaria, se sacrificó para que sus hermanos pudieran continuar su educación universitaria. Mientras ellos estudiaban, él dedicó su vida al negocio familiar, asegurándose de que no les faltara nada. Para Rubén y su familia, Panamá era su hogar, la tierra que los vio nacer y crecer.
A lo largo de los años, la tienda de los Chan se convirtió en un pilar en la comunidad. No solo vendían productos, sino que también ayudaban a los vecinos más necesitados, fiando alimentos como arroz, plátanos y latas de atún a quienes no tenían suficiente dinero para comprar. Nunca hicieron distinción entre sus clientes, sin importar su origen o condición social; para ellos, lo más importante era la solidaridad y el respeto mutuo.
Un día, mientras Rubén miraba el televisor en la tienda, una noticia lo dejó perplejo. Un nuevo presidente había ascendido al poder en Estados Unidos y acusaba a Panamá de ser un refugio de chinos, de estar controlado por ellos. Que eran una peste. El haría que su país tomara el Canal para librarlo de la amenaza china. Sus palabras lo indignaron profundamente. ¿Cómo podía alguien propagar tanto odio y desinformación? Rubén conocía la importancia del Canal de Panamá, sabía que algunas empresas chinas administraban puertos, pero también estaba consciente de que en Estados Unidos había comunidades chinas prósperas, como sus propios primos, que tenían restaurantes exitosos en China Town. Había visitado bancos chinos y comercios dirigidos por su gente, conviviendo armoniosamente en aquel país.
El miedo se apoderó de él por un momento, temiendo por la seguridad de sus padres ancianos y su comunidad. Pero pronto se dio cuenta de que no estaba solo. Sus vecinos, aquellos con quienes había crecido y compartido tantos momentos, se enteraron de su preocupación y le aseguraron que siempre estarían allí para protegerlo. La amistad verdadera, la solidaridad y el amor por su tierra eran más fuertes que cualquier discurso de odio.
Rubén sintió una profunda gratitud por aquellos que lo rodeaban. Recordó las palabras de Martin Luther King: “Los verdaderos amigos no discriminan ni tienen ideologías más que el amor”. Y así, con el apoyo de su comunidad, Rubén siguió adelante, firme en su convicción de que la unidad y la bondad siempre prevalecerán sobre la intolerancia.
JUSTO ALDÚ
Panameño
Derechos reservados 2025
*Cualquier similitud, no es mera coincidencia.
- Autor: JUSTO ALDÚ (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de enero de 2025 a las 00:57
- Comentario del autor sobre el poema: Hoy subió al poder un hombre con un extraño discurso. Extrañamente el día de MARTIN LUTHER KING, el recordado defensor de los DDHH y enemigo de la discriminación racial. No culpo a quienes lo apoyan, cegados por una venenosa lengua que acusa y acusa pero no da pruebas de sus acusaciones. Solo mete cizaña, envenena las mentes en contra de un pequeño país. Mi Panamá. A eso se le llama desinformación, porque si tuviera pruebas, las hubiese dicho. No crear el morbo y la amenaza latente de tomar por la fuerza el CANAL DE PANAMA. El detestable discurso del odio. Locuras de querer cambiar el nombre de Golfo de México a Golfo Americano. Querer anexarse Groenladia y Canadá. Esta es una historia que bien pudo ser en cualquiera de nuestros países, porque en todos hay chinos, hasta en EEUU. No sé qué piensen otros. No estoy de acuerdo con ese discurso y nunca lo estaré. PD. He tenido problemas con mis archivos y estoy atrasado en algunos trabajos. Saludos
- Categoría: Sociopolítico
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- Usuarios favoritos de este poema: JUSTO ALDÚ, Josué Gutiérrez Jaldin
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