En la penumbra verde donde el sol susurra,
se esconde la esencia que al mundo alimenta,
cada hoja, cada rama, un verso que murmura,
una sinfonía eterna que el alma alienta.
El bosque despierta en el alba dorada,
con cantos de aves que cruzan los cielos,
un coro armonioso que nunca se apaga,
escrito en los vientos y sellado en su vuelo.
Las montañas se alzan con majestuosa calma,
vigilantes del tiempo, guardianas del suelo,
sus picos tocan las nubes con alma,
como si quisieran besar al cielo.
Ríos cristalinos como venas que fluyen,
serpentean libres entre rocas y prados,
llevando secretos que en su lecho confluyen,
historias de vida y de sueños guardados.
Los mares respiran con olas profundas,
que abrazan la costa en un vaivén eterno,
bajo su manto azul donde la vida se funda,
misterios que yacen en su pecho interno.
El desierto, dorado y callado testigo,
bajo un sol ardiente que todo lo toca,
acaricia la tierra con su polvo antiguo,
y canta su historia en una lengua roca.
El viento se mueve cual espíritu errante,
pintando paisajes con su danza infinita,
acaricia las cimas y en valles distante,
deja su eco como voz bendita.
Oh naturaleza, madre de lo creado,
en tu abrazo hallamos la paz perdida,
eres refugio de lo puro y lo amado,
y el espejo fiel de la vida.
Eres el pulso que nunca se agota,
el susurro callado, el grito latente,
el principio y el fin que todo lo anota,
el ciclo que rige lo vivo y lo ausente.
Por siempre serás el alma del mundo,
el hogar primero, el manto sagrado,
el refugio eterno de lo más profundo,
un poema viviente por lo eterno cantado.
- Autor: Daniii (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 23 de enero de 2025 a las 01:40
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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