SIR DANIEL

DanielPerezSoto

Querida, he perdido todas las batallas

Contra mis demonios más rastreros.

He dejado que tus lágrimas goteen

Y hagan de mi pecho una laguna de lamentos.

 

Es amargo ver mi cabeza en aquella horca,

Donde castigan a los malos por sus pecados.

Yo, quien juré mantenerme firme y no caer,

Ahora me rindo ante las manos que cubren recuerdos olvidados.

 

No puedo dejarte ir; no tengo fuerzas para avanzar.

Siempre camino en la cuerda floja entre la locura y la lujuria.

Pero sigo esperándote, aun cuando sé que nunca más volverás,

Aun cuando las noches se convierten en días y los años pasan sin verte, querida.

 

Veo tu imagen sonriente deshaciendo lo negro de mi pecho.

Te amo tanto que abandonaría la poesía por tenerte a mi lado.

Pero cada verso es tan pobre que mi deseo nunca se cumplirá.

He perdido mi alma, y te he perdido a ti; los relojes siempre son crueles.

 

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

¿De qué sirve profesar sentimientos sinceros si ya no existe mi amada?

Solo soy un asesino, con manos manchadas y la imagen rota,

Cargando con los cuerpos de quienes son mencionados en mis estrofas.

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