Querida, he perdido todas las batallas
Contra mis demonios más rastreros.
He dejado que tus lágrimas goteen
Y hagan de mi pecho una laguna de lamentos.
Es amargo ver mi cabeza en aquella horca,
Donde castigan a los malos por sus pecados.
Yo, quien juré mantenerme firme y no caer,
Ahora me rindo ante las manos que cubren recuerdos olvidados.
No puedo dejarte ir; no tengo fuerzas para avanzar.
Siempre camino en la cuerda floja entre la locura y la lujuria.
Pero sigo esperándote, aun cuando sé que nunca más volverás,
Aun cuando las noches se convierten en días y los años pasan sin verte, querida.
Veo tu imagen sonriente deshaciendo lo negro de mi pecho.
Te amo tanto que abandonaría la poesía por tenerte a mi lado.
Pero cada verso es tan pobre que mi deseo nunca se cumplirá.
He perdido mi alma, y te he perdido a ti; los relojes siempre son crueles.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?
¿De qué sirve profesar sentimientos sinceros si ya no existe mi amada?
Solo soy un asesino, con manos manchadas y la imagen rota,
Cargando con los cuerpos de quienes son mencionados en mis estrofas.
- Autor: Tephros (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de enero de 2025 a las 00:48
- Categoría: Amor
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, Mauro Enrique Lopez Z., CARLOS ARMIJO R...✒️, EmilianoDR
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