El canto de los poetas

Diego Rojas G.

Las rafagas, las estruendosas olas contra los alcores, el humo del oro se derrama sobre tu cabeza ardiendo, ves, las incesantes brisas, habitas, hojas de viejos bosques, y el amparo de la locura y de la noche; te corona sobre el altar de la oscuridad, tus ojos, pueden ver la creación de los sueños, te mueves, en los reflejos sempiternos imperecederos, cuando, te alimentas del sol, y te mueves, habitas el fuego y el elixir, tocas las sangres a tu voluntad, enciendes los dominios de la piel, eres el vino y abres, dejas desarmarse a la muerte en miles de fragmentos violentos que renacen, en conciencias y meditación, curas, y das de beber en los cielos. El animal, corre en tus helechos y ríos, y tu eres el viento, las aves; encumbran tus vuelos, 

tu espiritu es una flecha, eres fuerte, estas despierto, entonces puedes oir a las hojas, puedes oir, el suspiro de los arboles ancestrales, sentir palpitar las estrellas en tu pecho, mientras pozos de aguas, te hunden, te inician, entonces entras en ser, entonces vuelves como el hijo que se fue, y escribes en tu lecho de piedras, en un mantra y oasis de almas de ritos.

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