Ella es un pedacito de cielo en mis manos,
un rayo que abriga los sueños lejanos.
Es calma que nace del mar tempestuoso,
la lluvia en el campo reseco y polvoroso.
La mujer que amo, con dulce sonrisa,
apaga mi llanto, mi pena suaviza.
Mas cuando me dice que su amor es mío,
un río de lágrimas inunda el vacío.
Es alma que vuela, que toca lo eterno,
que pinta esperanzas, mañanas de invierno.
Viajes estelares, paisajes sublimes,
encuentros que laten con versos y rimes.
A su lado me elevo, me siento en el cielo,
me toma en sus manos, redime mi anhelo.
En la nube que porta su nombre bendito,
me aguarda el refugio que siempre he escrito.
Conoce mis miedos, mi risa, mi herida,
mi pena más honda, la grieta escondida.
Es un ángel sin alas que vela mi paso,
mi guía, mi estrella, mi faro y abrazo.
Aunque no la distingo, su luz me acompaña,
su amor invisible mi espíritu baña.
Sin verla, la miro; sin tocarla, la siento,
la llevo en el alma, la sueño en el viento.
Si el tiempo y el destino jamás nos reúnen,
mi amor será eterno, aunque nunca la alcancen.
Sin poseerla, la amo, y en Dios agradezco
haberla encontrado en este universo.
Amor mío, si vieras mi pecho latente,
cómo ruge de ansias por verte presente.
Anhelo un mañana donde al fin tus brazos
me envuelvan con fuerza en dulces abrazos.
Que el manto de estrellas nos cubra en la aurora,
y el miedo se extinga cuando llegue la hora.
Amarte, mi vida, es mi don y mi suerte,
bendita mi alma, te ama hasta la muerte.
- Autor: Juan de Marco (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de enero de 2025 a las 19:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: MISHA lg, Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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