MANDRÁGORAS Y MAÑANAS

Hernán Mejía Silva

Ahora la mandrágora cantaba,

ante la luz grisácea de la mañana,

pálida su fragancia,

distante aquel cielo opaco…

son bellezas sutiles que llevan un ligero tono de argento.

 

La muerte es una en su momento,

con la solitaria delicia de su tacto,

por ello tiene su propia flor y su elegancia,

junto con esa calma que de ella mana;

y cuando llega la delicada sombra se apaga.

 

Queda la mandrágora sonando,

entre sus pétalos se va formando,

una vida un poco más olvidada,

pues su nueva silueta, melodía de tantas notas...

es una muerte pasada.

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