Esa noche, Lucía presentía el peso de una tormenta, no era de esas tormentas que vienen acompañadas de truenos, era una invisible que oprime silenciosamente el alma y te arrastra al abismo cuando menos lo imaginas. Mientras el coche avanzaba camino hacia una cabaña, Lucía observaba como los árboles se desdibujaban, miró a sus padres, ellos charlaban en los asientos delanteros sobre el calor de la familiaridad, abrazó a sus pequeños hermanos quienes reían a su lado, de repente, un ligero freno en el camino y las llantas patinaron, el corazón de Lucía se aceleró, miró nerviosa a sus padres, pero ellos no parecían presentir nada extraño. Su madre sonreía por algo que había dicho su padre y las manos de él estaban bien firmes sobre el volante. Todo parecía normal, excepto la forma como su pulso se aceleraba, por eso trató de comentarles a sus padres, pero en ese instante todo cambió, hubo un sonido ensordecedor, un giro violento, oscuridad y luego un silencio aterrador.
Lucía tenía miedo de abrir sus ojos, todo estaba quieto a su alrededor, sentía su pecho comprimido, su cuerpo estaba inmóvil, su cabeza dolía de una manera insoportable y su corazón latía mucho más rápido, no escuchaba nada, ni las risas de sus hermanos, ni el suave murmullo de sus padres, necesitaba escucharlos, empezó a llamarlos, “mamá… papá… Pedro… Luis…”, llamó de nuevo pero su respiración se entrecortaba con cada intento fallido. Por favor… ¿dónde están?, no hubo respuestas, solo el silencio y el miedo se apoderó de Lucía quien finalmente logró mover sus brazos y buscando encontró la mano de su madre rígida contra la de su padre y seguidamente la de sus hermanos, ahí comprendió que su familia ya no estaba y cuando el alma necesita hablar, las lágrimas se convierten en su voz, empezó a llorar desconsoladamente mientras le imploraba a Dios que deshiciera lo que había pasado, ¡por favor, tráelos de vuelta, no puedo vivir sin ellos quiero tenerlos siempre a mi lado! Pero no había ninguna señal de esperanza solo el eco de su desesperada voz.
Su corazón sentía como si fuera a desfallecer, era demasiado para soportar, Lucía sentía que no podía enfrentar un mundo sin su familia, no podía soportar la idea de no escuchar más los te amo de su madre, los abrazos de su padre y no volver a reír junto a sus hermanos.
Por favor, Dios, haré lo que sea, solo necesito tener de regreso a mi familia para ser feliz, otra súplica a Dios que parecía nunca ser respondida, pero justo en el abrumador peso de su dolor algo cambió…todo había sido un sueño.
Se levantó rápidamente y caminó temblorosa hacia la cocina en búsqueda de su familia y ahí estaban todos unidos, no los había perdido. Los abrazó con mucha gratitud y amor. En ese momento, Lucía comprendió que sin importar lo que pasara en la vida, el amor de su familia sería lo que siempre sostendría. Miró el cielo y reconoció lo afortunada que era al tener a su familia y agradeció por la oportunidad de poder seguir amando y valorando a las personas que son todo para ella.
Laura Meyer
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Autor:
Laura Meyer (
Offline)
- Publicado: 2 de febrero de 2025 a las 10:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 21
- Usuarios favoritos de este poema: 🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮, Mauro Enrique Lopez Z., nachosol, EmilianoDR, Josué Gutiérrez Jaldin, ElidethAbreu
Comentarios1
Laura, que hermosa prosa poética nos regalas este Domingo.
Gracias y abrazos.
Gracias a ti, fuerte abrazo.
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