Llama Eterna

Camino entre sombras, descalzo y sin miedo,

las luces se apagan, pero arde mi fuego.

Los vientos susurran historias perdidas,

las llevo en el alma, cicatrices vivas.

Golpes del tiempo, heridas que marcan,

ecos de guerra en mi piel se desgarran.

Pero sigo de pie, aunque el mundo me quiebre,

porque en cada caída, mi espíritu crece.

Las noches me miran con ojos de frío,

las dudas me llaman desde el infinito.

Mas yo no me doblo, no caigo, no huyo,

que el miedo me busque, que vea que fluyo.

Soy hoja que danza en su propio tormento,

soy río que avanza rompiendo el silencio.

Si el sol se me oculta, yo mismo lo enciendo,

porque soy la llama que nunca se apaga.

Si el suelo se rompe, mis pasos lo forjan,

si el cielo se cierra, mis manos lo cortan.

No hay muro tan alto que frene mi vuelo,

no hay sombra que apague mi ardiente desvelo.

Que vengan las pruebas, que azoten los vientos,

que el tiempo castigue con duros lamentos.

Aún con las manos vacías y rotas,

seguiré adelante, sin miedo, sin sombras.

Porque llevo un fuego que nunca se extingue,

un alma que arde, que sueña y persiste.

Y aunque me derriben mil veces seguidas,

renazco del polvo, con sangre y con vida.

Mis pasos retumban en tierras ajenas,

mi alma es errante, mi guerra es eterna.

No busco la gloria, no anhelo el descanso,

el fuego que llevo me impulsa a los brazos

del viento, del alba, del miedo y del trueno,

pues en cada sombra, yo enciendo mi fuego.

No temo a la noche, no huyo del frío,

las ruinas me llaman y forjan mi estilo.

El mundo se quiebra, las horas se escapan,

pero en cada grieta, mi esencia se alza.

Soy brasa, centella, ceniza y relámpago,

tormenta en la carne, latido implacable.

Que el tiempo me arrastre, que el viento me agite,

que el mundo me olvide… mi llama persiste.