La semilla de olmo
Todavía no has nacido, apenas tienes seis semanas desde la concepción, pero ya te siento muy cerca de mí. Te voy a contar una historia que ya le conté a tu madre, cuando era muy pequeña, pocos años después de haber nacido.
Había una pequeña semilla de olmo en lo alto de un tronco gordo y grande. Era muy finita, casi redonda y parecía que iba a echar a volar. Hacía mucho frío, pero a ratos el Sol la calentaba un poco y se sentía feliz.
A su alrededor había muchas como ella, moviéndose al ritmo que marcaba el viento y haciendo un ruidito suave, como un murmullo. Eran un montón y por el sonido que hacían parecía que hablaban entre ellas. Eran felices, siempre estaban contentas, aunque no sabían muy bien que hacían allí.
Pero con el tiempo llegó el mes de marzo y trajo consigo esos vientos furiosos que azotaban el árbol en el que estaban. Ya la pobre semilla no se sentía tan bien, tenía un poco de miedo. El viento la agitaba y la zarandeaba, la movía sin parar y un día sin saber cómo se desprendió del árbol en el que siempre había estado. De pronto se vio volando por los aires, dando vueltas sin parar de un lado a otro; ya no veía a las otras semillas, que como ella se habían desprendido también del árbol y volaban sin parar. Tras un tiempo por los aires cayó a la tierra y agotada… se durmió.
Al cabo de un tiempo se despertó. Ya no había viento y el Sol calentaba bastante. Se sentía bien, cómoda, distinta. Se miró y vio que estaba sujeta a la tierra y se erguía hacia arriba muy recta. Entonces, lo entendió todo. Ya no era una semilla si no que se había convertido en un arbolito pequeño lleno de hojas verdes y tiernas, dentadas. Pequeño, pero era un árbol como aquel del que ella partió hacía mucho tiempo. A lo lejos podía ver otros pequeños árboles que sin duda habrían nacido de otras semillas como la que ella fue. Ya no tenía miedo, era un árbol. Se sentía fuerte estaba agarrado a la tierra por unas raíces seguras que cada día le sujetaban más al terreno.
Mucho tiempo pasó y ese arbolito pequeño y endeble, nacido de una pequeña semilla de apenas dos centímetros se había convertido en un gran olmo señorial con muchas ramas y hojas, que se mecía al son del viento y se calentaba con el Sol. En él los pájaros construían sus nidos y criaban a sus polluelos. Era un escándalo. Gran cantidad de animales hacían su vida en el gran árbol y hasta las personas se refugiaban del Sol bajo sus extensas ramas. Se sentía importante. Alrededor de él se había creado mucha vida y se escuchaban constantemente trinos, risas, voces… De vez en cuando venía alguna tormenta a turbar la paz de toda la comunidad creada alrededor de él, pero terminaba pasando, y todo volvía a la tranquilidad.
Ahora en la temporada, él se llenaba de semillas como la que un día fue. Pero ninguna de ellas tenía miedo, él las hablaba y les contaba lo que pasaría después.
Pasaron más y más años y el gran olmo se hizo muy viejo. Ya no tenía tantas ramas y algunas heridas afloraban en su corteza, pero era feliz. Los pájaros, aunque menos, seguían anidando en sus viejas ramas y todavía, en la temporada, aunque menos, se volvía a llenar de semillas, semillas que se convertirían en nuevos árboles que a su vez tendrían más semillas que a su vez darían nuevos árboles... Y todo esto, a partir de una pequeña y frágil semilla de olmo.
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Autor:
Javier Oliva (
Offline)
- Publicado: 5 de febrero de 2025 a las 01:17
- Comentario del autor sobre el poema: Escrito en Guadamur en 1996 para mi hija. Revisado y reescrito en Toledo el 02/02/2025... para mi nieto/a.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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