LA TARDE, UN VINO, MI GUITARRA Y TÚ

De tarde en mi terraza, mi perro, yo y mi guitarra. Una triste copa con sabor a melancolía, estamos por vestir la noche con su manto negro, Mientras mi guitarra, hace sonar canciones aprendidas de los gitanos, cuando llegaron a engañar la madrugada como si fuera Arcadio Buendía y vender ilusas esperanza, promesas de amor, para una noche oscura y sin luna.

El suave vestido rojizo de la tarde se fue perdiendo en el firmamento y las luces lejanas en el cielo, fueron desnudando la memoria y surgieron los recuerdos. El tiempo se embriago y trastoco la línea del tiempo, confundiendo reproches con olvido, amor con distancia y yo solo sigo las notas que hacen llorar esa confusión. El recuerdo embriagó mi guitarra.

Mi perro levantaba ligeramente su oreja izquierda cada vez que la furia encontraba pretexto en las cuerdas para borrar un mal recuerdo y orientaba su camino hacia la ruta que el vino señalaba y volvía a dibujarse en las canciones aquel verso tuyo, que tantas veces he querido musicalizar y termina pospuesto, al igual que mi querer distante e improbable.

Ya es de noche y no espero mucho de ella. No sé porque te ausentaste de mi pensamiento si estabas tan bien. De tarde te vi caminar por la orilla de tu playa, mojando tus pies con el deseo de esa tarde, queriendo morar en tu poemario y que me trajeran tus pasos hasta mi desierto. T e vi triste en la tarde, sentada prosando deseos, escribiendo ensoñaciones.

Esta noche no tiene remedio, cada vez se torna más oscura, yo que esperaba una tarde bohemia, con mi vino, la guitarra y mi perro. Inocentemente pensé embriagar la noche con sus siete lunas. Tocarte las canciones que más te gustan, besarte el recuerdo, hacerte poesía, esconderme en tus letras y poseer tus labios. Sentir el sube y baja de tu pecho

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO