Lo vi.
El arma en su mano,
el grito mudo en los ojos de la mujer,
la infancia suspendida en un llanto
que aún no entendía la muerte.
El instinto me empujó.
Pero la razón me encadenó a la acera.
Pensé en mi familia,
en las manos que me esperan cada noche,
en el país que prefiere mi condena
antes que mi disparo.
No reaccioné.
Porque reaccionar es perderlo todo.
Llamé al 911,
seguí el procedimiento,
esperé a que llegara la burocracia
con su libreto de indiferencia.
El asesino huyó,
pero se quedó su sombra.
Se quedó en la sangre sobre la acera,
en el niño que aún busca la mano de su madre,
en la certeza de que el miedo
se sentará a la mesa con nosotros,
nos escoltará en las calles,
nos respirará en la nuca.
El problema será
cuando todos hagamos lo mismo.
Cuando la ley se reduzca a papeles mojados,
cuando la justicia sea un latido ahogado
y la impunidad su sombra.
Llamamos bueno a lo malo
y malo a lo bueno.
Hemos perdido el norte
y caminamos de espaldas.
Nos aferramos al miedo
como si fuera destino.
Y un día,
cuando ya no quede quién detenga la bala,
seremos nosotros
los que veamos el cañón de frente.
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Autor:
Ruben Alfons (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 8 de febrero de 2025 a las 15:17
- Comentario del autor sobre el poema: Situaciones que ocurren casi a diario en mi país. Supongo que en el resto de los países también.
- Categoría: Sociopolítico
- Lecturas: 18
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, MISHA lg, EmilianoDR
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