Señor, déjame sentirte cerca, muy cercano,
en este remanso nocturno de paz y quietud
y doble ante ti mis rodillas, ¡Oh!, Soberano,
para ofrendarte el alma y corazón en gratitud.
Pues aún no está la palabra en mi lengua, Señor,
y he aquí tú la sabes toda absolutamente.
¿Acaso la oscuridad encubrirá el resplandor
de tu luz y formidable poder Omnisciente?
Nada te es oculto, nada para ti es secreto.
Tal conocimiento es maravilloso para mí.
Y el fruto que hay de obedecer tu mandamiento
bendice el alma en esta vida y en lo porvenir.
Quiero en esta noche bendecir tu santo Nombre.
Doblar rodillas para no olvidar que soy mortal
y que tu infinito y santo amor redime al hombre
que se vuelve a ti apartándose de hacer todo mal.
Señor, Padre de las luces, en quien no hay
mudanza,
ni sombra de variación alguna. Inmerecida
dádiva descienda desde lo alto sin tardanza
para que me des con tu poder eterna vida.
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Autor:
Mallez (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 9 de febrero de 2025 a las 02:57
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, crazypoet, Sami Sanz, EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z.
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