Princesa de hielo, has llegado a ver
mi muerte entre estas llamas ardientes,
que consumen mis pecados, pero no el amor
que aún habita en mí, aun siendo un villano.
Las monjas de Loudun saben la verdad,
pero la muerte es algo que nadie quiere conocer.
Un hombre inocente arde en el fuego
por un pecado que nunca cometió.
Esa historia me recordó a nuestro amor trágico.
Justo cuando te conocí, había dejado atrás
el placer efímero de la piel, pero tarde o temprano
la maldad llama a la puerta, y los verdugos piden mi cabeza.
Dios, me has abandonado cuando pudiste hacerme creyente.
Miras de lejos mientras mis labios esperan que alguien pronuncie
al fin las palabras que confirmen que solo soy cenizas de un cuerpo invisible,
deshecho como el odio hacia el demonio que la gente siempre inventó.
Las lágrimas de la princesa son las únicas
capaces de apagar estas llamas,
las mismas que me recuerdan el instante
en que llegué a lo más alto y lo perdí todo.
Cómeme, bébeme y nunca olvides
que pudimos cumplir nuestros sueños,
pero el hielo en tu pecho solo dice
que los recuerdos han sido congelados.
Hielo y fuego, el frío eterno en cada verso
y este fuego que consume mi cuerpo.
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Autor:
Tephros (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 9 de febrero de 2025 a las 23:55
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z.
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