Fragmento de un relato en proceso

Romey


AVISO DE AUSENCIA DE Romey
Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.

Mientras trabajaba fregando mesas en una mísera pero atractiva terraza rodeada por la ruidosa metrópolis, casi con lágrimas saliéndole de los ojos del cansancio, se acordó de una de las historias que Rai había escrito mínimo dos años antes. El simple hecho de retraer concienzudamente a su memoria los detayes de la indumentaria y rasgos de uno de los personages más surrealistas que su ex había creado provocó su ataque de risa. Le parecía ridículo, incluso obsceno el modo como Rai delineaba con azarosos argumentos el aspecto y la personalidad de un tipo bastante normal en apariencia. Pero recordaba también que completar la lectura de aquel texto entonces le había costado un esfuerzo mental colosal, y que no le había encontrado la gracia, a pesar de que él practicamente continuaba tronchándose a carcajadas en el cuarto vecino. Sin embargo ahora, observando a Filipo Flipe desde una perspectiva más elevada, merced del tiempo transcurrido desde aqueya tarde inmemorial y memorable, fue incapaz de contener el manantial de risas que nació del seno de su mente recién desvirgada. El resultado consecutivo fue que la despidieron del trabajo en la cafetería, y fruto de la frustración desesperada y de un ansia alocada por conocerse de verdad a sí misma y ser alguien más que ante los ojos secos de un ángel guardián infernal que decía amarla de verdad, lo dejó y no volvió a verlo hasta que pudo hacerlo con otra mirada

Tampoco le daba gran importancia a su insomnio deambulante, pero sí la entristecía algún fogonazo esclarecedor del sueño que acababa de romper el ruido de pesados pasos amortiguados por la alfombra en el vestíbulo. Corría a poner un ojo en la miriya de la puerta sin encontrar ninguna presencia humana. Después de eso fue a la consulta de un psicólogo que le recomendó que se bañara más a menudo y que no se culpase por odiarse a sí misma, lo cual para ese matasanos debía ser tan natural como tener sexo con su mujer a pesar de su notable reticencia. Ela estuvo intimando con el suicidio varias semanas, y finalmente lo intentó, aunque algo salió mal. Cuando estaba de pie al borde del puente paró tras eya una patruya de policía que no había oído venir y la yevaron al hospital donde permaneció ingresada tanto tiempo que el amor de leche que Rai le profesaba se deshojó poco a poco como una margarita marchita, como una inocencia manciyada, para hacer sitio a un afecto más profundo y comprensivo que le nacería al verla de nuevo, con otro mirada

Las noches más solitarias del universo Rai las pasó bailando, escribiendo y durmiendo poco. Sentía en su torturada alma el efecto desgarrador de la disolución de su relación romántica; ahora a su lado faltaba aqueya persona especial.
Rai escribía prosas cuyo contenido era viscosamente satírico, y se veía a sí mismo como aciago heredero del don de los poetas malditos. La tristeza lo envolvía como una nube, y vivía embotado en una actitud introvertida, anexa al misticismo macabro profesado por los adoradores de cabras


Rai tiene ocurrencias salvajes. Está escribiendo el relato de un encuentro con un bolígrafo mágico. Es como si su imaginación desbordante de vida la insuflara a las cosas inertes, incluso a esas que solamente existen en el desván dentro de su buyiciosa y desamueblada cabeza. Y la cosa sucede de sorpresa: una idea se enciende en su oscuridad interna como una hoguera a la intemperie, y él puede ver, casi tocar, las siluetas negras proyectadas en la blanca pared, los reflejos inconexos entre azulejos rojos y negros
El Rai de siempre, nunca desfayeciente, carente de inercias fatales, miembro sempiterno de las élites intocables, como un ser inmortal hecho a imagen y semejanza de un abismo, de una brecha, de un trazo atrevido que va designando el vacío a medida que se escurre lentamente en el límite de la tierra, gotas de un mar hecho de ausencia, amargura almacenada en el corazón, y ganas de degustar un buen vino añejo de bodega para paliarla.

Tranquilamente ahora ostenta cierto entusiasmo, porque la sensación de ausencia (desenterrada aqueya noche en la que Ela lo flageló con palabras hirientes como estiletes en manos de buenos espadachines) ha disminuido. Cuando se da cuenta de que hay un montón de serpientes a sus pies, cierra los ojos con latente pavor y al abrirlos de nuevo ya no están.
Rai es un vórtice girando en mitad de un espacio desierto de emociones, es una raíz deseosa de erigirse en flor y gozar de la luz y del amor del Sol. Rai es un códice de otro siglo, uno de esos que encajarían bien en un estante de la biblioteca vaticana, pero sus páginas contienen algo más que imágenes putrefactas, en él habita un viento irrefrenable, en realidad lo mantiene preso en su magro cuerpo para salvar al mundo de su fuerza destructiva. Y pasa que a veces se aburre de crear y se conduce hacia vicisitudes socialmente aceptadas, siempre sin abandonar su actitud extravagante ni el torbeyino a los embates de la vida (o muerte) diaria

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Comentarios +

Comentarios1

  • pasaba

    Me gusta mucho y se entra de lleno en la historia.
    Un abrazo

    • Romey

      Me alegra que así lo hayas sentido 🙂

      Abrazoo



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