El café down de mi hijo, Johann Sebastian 

En una noche de luna llena, quieta y transigente, proclive a actos de amor, cenabamos en casa, cuando de repente mi amado hijo de 6 años de edad, Johann Sebastian, acucioso y detallista, notó que mi infaltable café con leche no estaba en la mesa. 

Él, que sabe lo tanto que me gusta, miró a su alrededor y a mí en particular. Pensó, y sin avisar se levantó y fue a buscar mi taza de café, que lleva por cierto mi nombre estampado, Rafael, regaló de mi hija mayor, Patricia, la cual agarró para que mi hija menor, Antonella, me sirviera el café con leche. Inmediatamenteme lo trajo, reflejando su terneza y satisfacción.

-Gracias hijo!, le dije.
-Si, papi, respondió. 

Todos sorprendidos por tan amoroso gesto, hicieron loables comentarios y lo aplaudieron.
 
-¡Bravo Johann!

Sonrió, mirándome con su inocencia peculiar. Entonces siguió comiendo su arepa 
con mantequilla y queso, más un huevito frito, que le encanta. Lucía feliz y pendiente de lo que yo hacía. 

Me tomé el café y me escrutó con sapiencia y asertividad.

Instuyo que en sus adentros se dijo a sí mismo: misión cumplida. 

Al terminar de comer, le di un beso y un fuerte abrazo a mi gran párvulo, Johann, al igual que a mi bella, Antonella.

Me encontraba chevere por ese gesto tan original de Johann y me dirigí a mis hijos menores:

-Dios los bendiga y feliz noche, hijos.

-Bendición papi, respondieron simultáneamente. 

Luego nos fuimos a dormir, imbuidos del afecto filial e infinito de Johann y de la fe que trasmiten los niños con síndrome de down, que son panes dulces de Dios en la familia que reflejan amor puro y excelso.

Fue, sin lugar a duda, una hermosa cena, un pan nuestro de cada noche, que me colmó de esperanza e imborrable  phileo