En un rincón perdido del tiempo,
habita un corazón herido,
en el eco de sus propios latidos,
susurra secretos de un amor vivido.
Bajo un cielo teñido de tormenta,
las nubes cargan sueños desvanecidos,
y las gotas, como lágrimas caídas,
bailan en su piel, sentimientos heridos.
La luna mira con ojos de plata,
y en su luz, sombras de un pasado,
se enredan historias de risas y llantos,
de caricias dulces que el viento ha robado.
Las flores se marchitan en su jardín,
donde una vez el sol besaba las alas,
y pétalos caen, como suspiros,
susurros helados de almas desgarradas.
Sobre la tierra, el silencio se asienta,
como una manta que ahoga los ecos,
y en el susurro de la brisa,
se sienten los latidos que el tiempo dejó.
El aire perfumado a tierra mojada,
trae memorias de miradas ardientes,
de promesas flotando en el horizonte,
y de manos entrelazadas, ahora ausentes.
En la penumbra, despiertan pensamientos,
de aquellas palabras que duelen en seco,
como espinas que brotan de sueños,
y el recuerdo cruel de un amor sincero.
Las estrellas, testigos de su desdicha,
parpadean con sorna en la noche oscura,
cada destello un anhelo perdido,
cada constelación, un amor que murmura.
Los caminos se bifurcan, se retuercen,
en sendas solitarias, se desvanecen,
y el corazón, cautivo en su prisión,
se aferra a reminiscencias de pasión.
Ríos de tristeza surcan su pecho,
cada lágrima un océano profundo,
y en la búsqueda de un puerto soñado,
navega entre recuerdos, entre lo absurdo.
Los muros se alzan, imponentes,
como castillos que nunca se habitarán,
y el eco del amor, un canto distante,
resuena en los corazones que ya no están.
Las aves migratorias cruzan el cielo,
llevándose consigo la esperanza,
y en su canto, lleva un mensaje:
el tiempo sana, aunque también avanza.
Las mañanas son lienzos en blanco,
donde pinta el sol con tonos de oro,
y el corazón, a pesar de su herida,
anhela despertar, descubrir su coro.
Renace el deseo de volver a sentir,
de encontrar en el aire un nuevo perfume,
de abrazar lo efímero con fuerza renovada,
de dejar que el dolor sea solo un perfume.
Las montañas, sabias, guardan secretos,
de las luchas que han vencido el invierno,
y el corazón, valiente, elige renacer,
afiánzate al viento y enfrenta su tormento.
Con cada hoja que cae, surge un ciclo,
y el sol, desde el horizonte, vuelve a brillar,
hay vida más allá de la pena,
hay un mundo vasto, esperando al amar.
En el abrazo íntimo de la primavera,
cuando brotan sonrisas como flores,
el corazón, aunque herido, florece,
descubriendo la fuerza en sus antiguos temores.
Las olas del mar, como suspiros,
traen consigo la fuerza de lo eterno,
y el corazón, un faro en la tormenta,
se encuentra con la fe en un regreso tierno.
Las manos cálidas de los amigos,
tejen la red que sostiene al caído,
y en las risas nacen nuevos caminos,
pinteando paisajes en el corazón herido.
Así, el viaje del alma continua,
en la búsqueda de luz y de canto,
cada herida, una historia, una danza,
cada latido, un llamado al encantamiento.
El corazón, herido pero firme,
baila entre las sombras y la claridad,
reconociendo que en cada despedida,
hay también un buque de posibilidad.
Así canta el viento entre los árboles,
como un eco de todo lo que se fue,
y el corazón, aún cargando sus pesares,
nos enseña que aún hay mucho por ver.
Y al final de su viaje, la lección eterna,
no hay dolor que no pase, ni amor que muere,
pues en un corazón herido,
siempre queda un rincón donde la esperanza florece.
habita un corazón herido,
en el eco de sus propios latidos,
susurra secretos de un amor vivido.
Bajo un cielo teñido de tormenta,
las nubes cargan sueños desvanecidos,
y las gotas, como lágrimas caídas,
bailan en su piel, sentimientos heridos.
La luna mira con ojos de plata,
y en su luz, sombras de un pasado,
se enredan historias de risas y llantos,
de caricias dulces que el viento ha robado.
Las flores se marchitan en su jardín,
donde una vez el sol besaba las alas,
y pétalos caen, como suspiros,
susurros helados de almas desgarradas.
Sobre la tierra, el silencio se asienta,
como una manta que ahoga los ecos,
y en el susurro de la brisa,
se sienten los latidos que el tiempo dejó.
El aire perfumado a tierra mojada,
trae memorias de miradas ardientes,
de promesas flotando en el horizonte,
y de manos entrelazadas, ahora ausentes.
En la penumbra, despiertan pensamientos,
de aquellas palabras que duelen en seco,
como espinas que brotan de sueños,
y el recuerdo cruel de un amor sincero.
Las estrellas, testigos de su desdicha,
parpadean con sorna en la noche oscura,
cada destello un anhelo perdido,
cada constelación, un amor que murmura.
Los caminos se bifurcan, se retuercen,
en sendas solitarias, se desvanecen,
y el corazón, cautivo en su prisión,
se aferra a reminiscencias de pasión.
Ríos de tristeza surcan su pecho,
cada lágrima un océano profundo,
y en la búsqueda de un puerto soñado,
navega entre recuerdos, entre lo absurdo.
Los muros se alzan, imponentes,
como castillos que nunca se habitarán,
y el eco del amor, un canto distante,
resuena en los corazones que ya no están.
Las aves migratorias cruzan el cielo,
llevándose consigo la esperanza,
y en su canto, lleva un mensaje:
el tiempo sana, aunque también avanza.
Las mañanas son lienzos en blanco,
donde pinta el sol con tonos de oro,
y el corazón, a pesar de su herida,
anhela despertar, descubrir su coro.
Renace el deseo de volver a sentir,
de encontrar en el aire un nuevo perfume,
de abrazar lo efímero con fuerza renovada,
de dejar que el dolor sea solo un perfume.
Las montañas, sabias, guardan secretos,
de las luchas que han vencido el invierno,
y el corazón, valiente, elige renacer,
afiánzate al viento y enfrenta su tormento.
Con cada hoja que cae, surge un ciclo,
y el sol, desde el horizonte, vuelve a brillar,
hay vida más allá de la pena,
hay un mundo vasto, esperando al amar.
En el abrazo íntimo de la primavera,
cuando brotan sonrisas como flores,
el corazón, aunque herido, florece,
descubriendo la fuerza en sus antiguos temores.
Las olas del mar, como suspiros,
traen consigo la fuerza de lo eterno,
y el corazón, un faro en la tormenta,
se encuentra con la fe en un regreso tierno.
Las manos cálidas de los amigos,
tejen la red que sostiene al caído,
y en las risas nacen nuevos caminos,
pinteando paisajes en el corazón herido.
Así, el viaje del alma continua,
en la búsqueda de luz y de canto,
cada herida, una historia, una danza,
cada latido, un llamado al encantamiento.
El corazón, herido pero firme,
baila entre las sombras y la claridad,
reconociendo que en cada despedida,
hay también un buque de posibilidad.
Así canta el viento entre los árboles,
como un eco de todo lo que se fue,
y el corazón, aún cargando sus pesares,
nos enseña que aún hay mucho por ver.
Y al final de su viaje, la lección eterna,
no hay dolor que no pase, ni amor que muere,
pues en un corazón herido,
siempre queda un rincón donde la esperanza florece.
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Autor:
Amy sulii (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 12 de febrero de 2025 a las 19:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Poesía Herética, Lualpri, Pilar Luna, ElidethAbreu, alicia perez hernandez
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