Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
Juntos y divididos, así estaban, uno al lado de la otra, mediando el abismo, la incertidumbre que los había vuelto a aproximar un poco, pero que cedía en el último momento estableciéndose entre eyos como si se tratase de una frontera infranqueable
Y comenzaron a caer interminablemente en el tedio de cada día, de cada tarde vacía, hecha ceniza al final de otra conversación anodina, de otro rifirrafe intermitente, y de un sueño tranquilo pero turbulencias en el piso, que vibra al ser contenido en una onda de aire huracanado, aire que no es aire sino la maldita sensación de ausencia multiplicada por el silencio que ha vuelto a situarse entre ambos
Rai sabe que esas historias que se cuenta no son nada, son ficción inspirada en la realidad, reflejos de sombras que no existen no habiendo luz ni cosa en la que incida
No me importa, se dice, no me importan mis juicios infundados, esas viejas dudas que bloquean la libertad de mi mente.
Un niño está ahora mismo en la senda y oigo como camina sigilosamente, tanteando en las tinieblas en pos de no sabe qué en lo que sostenerse, pues se siente como si en cualquier momento fuera a caer interminablemente, desfayecido entre las corrientes chocantes
Y cae en el agujero del vértigo estremeciéndose internamente, colgando del cielo como el péndulo de un dios inclemente. La marea lo envuelve hasta el cueyo, espuma blanca y salada salpica sus ojos al rojo vivo, una visión advertida dentro de un reflejo en hierro fundido
Es un día normal, solo que está vez ha despertado en una habitación de hotel. Ve en la pared la pintura amariya desprendida y cayéndose a pedazos, una mesita donde una pequeña lámpara rústica encendida parece darle los buenos días, una poliya parada en el techo justo sobre su cabeza, una mohosa alfombra con un dibujo que parece un mapa de carreteras, una puerta abierta a un cuarto donde lo único visible es un osito de peluche que sostiene un corazón...
Se yeva la mano derecha al pecho como para cerciorarse de que su corazón sigue en su sitio, se cuenta los dedos de la mano izquierda para asegurarse de que no es un sueño. Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Su mano empieza a difuminarse como si tuviese los ojos empañados de lágrimas, la imagen se emborrona y al momento recupera su claridad y gana al menos tres dedos extra. Es un sueño
Yeva su cuerpo como un haz hasta la ventana, por la que, según acaba de notar, está entrando un aire tan frío que le hiela hasta los huesos. Parecía noche cuando estaba ocupado viendo cuánto había en el cuarto, pero ahora, con la punta de la nariz achatándose contra el cristal, la luz del exterior lo ciega. Al volver a ver comprueba que es un día normal, y está tumbado en el suelo polvoriento del sótano, en la casa de los fantasmas
Un mar de escarabajos avanza por todo el terreno frente a la casa, la cual está ya enteramente cubierta de hormigas rojas. Y encima han empezado a yover ranas... Y Rai contempla desde el ático la sucesión de tantas invasiones, imperturbable entre destrozos: muebles carcomidos y tirados por el suelo, papeles volando por doquier yevados por un viento que poseé vida propia, versos a ráfagas saliendo de las páginas de libros de poetas que nunca se conformaron con sus tumbas, gigantescos conejos abriendo agujeros en la tierra y serpientes quilométricas vistas a lo lejos por su efecto deforestador, y el silencio, y la ausencia de Ela es un canto al que las rocas dan voz y la montañas eco, pero es un canto silencioso como el vértigo que lo acosa en el momento de despertar de verdad, al tocar fondo tras la interminable caida. Más tarde en el mismo día, cuando la oscuridad de la noche vuelve a opacar su mente causando la clausura de sus parpados, el proceso se reinicia: alguien invierte un reloj de arena, y Rai corre persiguiendo el tiempo, corre en pos de Ela, la alcanza, sucede el eclipse, él desfayece en el camino, eya sigue adelante, él se levanta y se va pensando: amor imposible. Pronto otra vuelta al reloj de arena, y todo lo olvidan, y vuelven a buscarse, y vuelven a encontrarse y vuelven a chocar, y vuelve Rai a desesperar en soledad, y vuelve Ela a olvidarlo para siempre, hasta el próximo reinicio. Así es durante cada siglo de la eternidad
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Autor:
Romey (
Offline)
- Publicado: 14 de febrero de 2025 a las 16:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, EmilianoDR, La Bruja Irreverente, pasaba, Mauro Enrique Lopez Z., Pilar Luna
Comentarios1
Romey, espero la segunda parte del relato.
Abrazos y feliz 2/14
Muchas gracias 🙂
Que tengas un feliz dia
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