Ángel caído

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Bajo un manto de luto y ceniza,
Duerme el alba en su lecho de sombras,
Y la luna, espectral y enfermiza,
Llora lágrimas rotas y frías 

Los lirios susurran plegarias de muerte,
El viento las lleva donde nadie ve,
Y un eco doliente de labios inertes
susurra mi nombre

Sobre el mármol cubierto de hiedra,
una rosa marchita cayó,
Y en su aroma de sangre y tiniebla
susurró lo que el tiempo olvidó

Los relojes se ahogan en polvo y silencio,
Las sombras alargan su fúnebre piel,
y en un ataúd de cristal y misterio
mi alma dormita no quiere volver

La muerte susurra en la oscuridad,
Un canto frío que el viento no calla,
Y sobre la tierra, en su abrazo fatal,
Caen las almas como plumas de batalla.

Bajo la nieve, blanca como un velo,
Se ocultan los restos de lo que amé,
Y el suspiro de un último desvelo
Se pierde en la nada donde ya no sé

La luna, vestida de dolor eterno,
Observa mi tumba, vacía y callada,
Y entre las sombras, el amor etéreo 
Se disuelve en polvo, como una mirada

Cierro los ojos, ya sin alma ni llanto,
Y entre los huesos de mi propio ser,
El eco del olvido se vuelve encanto,
En el rincón donde dejo de entender.

En el olvido, las estrellas lloran,
Cayendo como cenizas al suelo,
Y en cada tumba, los recuerdos se forjan
En las manos frías de un ángel sin vuelo

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