Ella dio a luz un bebé muerto,
tan muerto como nosotros dos,
uniendo nuestras manos para
evitar el dolor de soltarnos.
A veces sueño contigo, y me causa
tanto dolor, porque solo yo sé
los pecados que nos separan. Tu mundo
me estaba matando, y el mío a ti también.
Princesa de hielo, tú sabes que el hielo no
es por el frío de tu corazón, sino por el frío
de tu cuerpo, que yace muerto en
el suelo donde descansan tus sentimientos.
Aún recuerdo tus últimas palabras de amor,
"No tengo la fuerza de asesinarte, así que hazlo tú,
eres tan dulce, pero tan oscuro como el infierno."
Esas palabras quedaron grabadas en mi pecho abierto.
El revólver terminó girando y jamás pude cumplir
tu deseo de muerte, así que infligiste el daño contra ti,
destruyendo nuestro amor, mostrándome el precio de
mis pecados. El revólver sigue girando, y me toca disparar.
Rezo para que el próximo tiro rompa el cristal que nos mantiene
atrapados juntos en un limbo donde solo la muerte nos reconoce.
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Autor:
Tephros (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 16 de febrero de 2025 a las 00:41
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z.
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