Las palabras cual alondras lastimadas
se amotinaron, venían en estampida
a acrisolar los soles que te nombraban.
¡Ah, la conspiración de alas de saltamontes
para desnudar la cosecha!
¡Ay, mi contemplación absorbida
por los poros de este laberinto!
Para cada fisura una sed,
un grillo terco en el insomnio,
un muro erigido en los espejos
empañados de los ojos
que no viste por el aturdimiento
del verbo no conjugado.
Cuando el dolor acecha:
es canto tribal el alarido,
la neblina desdibuja en el puente los pasos,
el tambor es del ocaso,
y el péndulo danza en la espera
como se enredan las colas de las cometas.
No eleves los pañuelos del desamparo,
que he de estirar los brazos
en tu cajita de música.
Todavía el pozo, en la noche
murmura la luz de una estrella,
amarra su titilar en la entraña,
hala su halo en la memoria de la piel.
¿Cuánto prado palidece en las riberas del río?
¡Ah, los humedales que fenecen
sin la sombra del arrebol!
¡Ay de los alcatraces vendados
que no hallaron su presa!
La osadía fue cómplice en el estuario,
coreaban las salicornias en la marisma,
el amanecer rasgaba su vestido de ébano
para la entrada del crepúsculo,
y no fue la algarabía de los pelícanos
sino la ola que rompió el silencio de la roca.
¿Qué golpe ha venido a mí para removerme?
Al unísono la parvada de golondrinas
pintan la hierba de los cielos con carboncillo.
Y si resbalo en el zumo de las toronjas:
hay una endecha en el acantilado,
un alga sin clorofila.
¿Serás ácido que junta agua y aceite?
Dame el limón para volverlo mermelada,
que la madrugada mezcla
licor de arándanos
con almíbar de duraznos.
¿Dónde la mordedura de las hienas,
dónde los abrojos de la amargura?
Amasa este corazón sin levadura
con las gotitas de los jazmines,
las cicatrices se desvanecen
al tacto con los ungüentos;
préndeme de tus ramajes
como el colibrí toma el brebaje
de heliconias anaranjadas.
¿Recuerdas los jardines que caminamos?
Hubo un arco que se asió de guirnaldas,
y la paz estuvo en tus manos,
en las palomas que desprendían el fuego
-una cascada silenciosa nacía
en el fulgor de las dunas-.
¿Desertarás en la hora de la locura?
-Sobria es la senda en la perplejidad-
entonces, apresura mi encuentro
en el epicentro de tu temblor,
que no concibo mi arpegio
sin tañer las cuerdas del arpa,
y en mi balada tú añades
a la escala de los bemoles
la levedad de las mariposas.
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Autor:
Eva María, Amatista, Flor de Almendro (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 16 de febrero de 2025 a las 04:31
- Categoría: Amor
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Classman, Lualpri, Poesía Herética, EmilianoDR, Santiago AlboHerna, Dr. Salvador Santoyo Sánchez, Mauro Enrique Lopez Z., JUSTO ALDÚ
Comentarios2
Gracias por tus letras, Poeta.
Feliz domingo!
Lualpri, con gusto comparto. Muchas gracias por comentar. Feliz vida.
Bello poema.
Un gusto leerte.
Saludos poeta Eva María
Muchas gracias por sus amables comentarios, Dr. Salvador. Feliz noche.
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