El orangután

Luis 091



 

¡Qué mono que es!, (y qué feucho también)

¿Has visto cómo se espulga con sus hermanos?
¿cómo se acurruca entre las palmeras?
Malpeinado. Con esos brazos de aquí a Lima
y las plantas de los pies tan sucias, tan callosas...
¡Qué tierno el animalito!

Y esa cara, hecha para la típica caricatura fácil
(cual logotipo de dibujo animado
en los envases de galletas para niños)
¡Ay, esa nariz aplastada...!
Si hasta parece un hombre de otro tiempo,
castigado por algún dios infantil, chistoso,
hijoputa y retorcido.

¿Y qué,
qué me dices de esos ojos, juntos y redondos
como monedas oscuras y de escaso valor?
(y sus ademanes ridículos)
Seguro que ni en tres mil años sería capaz
de apreciar mínimamente la sublime metáfora
que subyace tras un empalagoso poema de amor.

Se diría que es un lapsus de la naturaleza:
un triste equívoco de la evolución.
¡Hay que ver!, ¡con lo gracioso que era de pequeño!
(si hasta la mujer de tu primo parece más lista)

¡Y encima, el muy cabrón, se atreve
a enfrentarse él solito, y a manos desnudas,
contra esa enorme máquina de acero
(y fabricada en Alemania)
para defender su puto árbol!

¡Y encima osa dar a los humanos
una lección de dignidad y de valentía!

¡Ya le vale!
¡Quién se creerá el jodido mono que es!

Valiente idiota;
en vez de buscarse un nuevo trozo de selva
en algún otro lugar...

¿No entiende que el aceite de oliva está por las nubes?
¿y que a los pobres indonesios les sobra verde
y también tienen derecho a subsistir?
¿A quién le puede extrañar que termine
disecado o en un zoo
el resto de sus miserables días?

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