Washington, el Guna que retó al tiempo

JUSTO ALDÚ

En las costas del caribe entre Panamá y Colombia, así como en el gran archipiélago de San Blas, habita el pueblo Guna. Dueños de una cultura ancestral, su dialecto, el Dule Gaya, es tan preciso y complejo que ha sido estudiado como un verdadero idioma. Su sociedad se rige bajo un sistema patriarcal liderado por un Sahila y sus creencias están profundamente ligadas a la naturaleza y las fuerzas que la equilibran: sattva, rajas y tamas. De esta interacción nace el universo o prakriti y todo lo que existe es una manifestación de estas fuerzas en distintas formas.

En este mundo de tradiciones y misticismo nació Washington. Como muchos de su pueblo, recibió un nombre extranjero que llamaba la atención. Creció bajo las reglas de los Guna, aprendiendo sus costumbres y el significado de las fuerzas naturales que regían su mundo. Con valentía y destreza, pasó la prueba del valor al cazar un leopardo con su lanza, su arco y flechas. A partir de ese día, le fue confiado el gran secreto del universo. Su fortaleza y sagacidad le valieron la admiración de su pueblo, y su éxito en el amor se reflejaba en sus cinco esposas, quienes lo adoraban y convivían con él en su bohío de paja y caña brava.

Por su inteligencia y liderazgo, Washington fue elegido por el consejo para convertirse en el próximo Sahila cuando el actual falleciera. Los ancianos, sentados alrededor del fuego, vieron en las llamas su destino: sería el más grande de todos y su historia no tendría fin. Pero Washington, impaciente e impetuoso, ansiaba que ese momento llegara pronto. Con frecuencia preguntaba: "¿Cuándo sucederá?" Deseaba asumir de inmediato el liderazgo de los Guna y gobernar en toda Guna Yala.

Su desesperación lo llevó a compartir sus inquietudes con sus esposas preferidas: Sol, Luna y Estrella. En su bohío, les prometía joyas y riquezas cuando alcanzara el poder.

-"Cuando sea Sahila, el oro cubrirá sus cuellos y manos," dijo Washington con seguridad.

-"¿Y nuestras molas?" preguntó Luna, con ojos brillantes.

-"Serán adornadas con los mejores hilos dorados," prometió él.

-"Y nuestro bohío," intervino Estrella, "¿será más grande que el del Sahila actual?"

-"Mucho más grande y fuerte. Todo el pueblo reconocerá su esplendor," afirmó Washington.

Su ansiedad crecía y, agobiado, tuvo una idea audaz: invocar al Dios Tiempo y pedirle que lo llevara al futuro para disfrutar de su gloria. Día y noche clamó con fervor, hasta que un rayo descendió del cielo y lo transportó al porvenir.

Washington quedó maravillado con lo que vio. Su pueblo lo veneraba como un gran líder, y sus esposas lucían espléndidas pecheras de oro sobre sus molas. Deslumbrado por la grandeza de su futuro, decidió quedarse y se negó a regresar. Pero su ambición tuvo consecuencias. El Dios Tiempo, en castigo por su impaciencia, lo llevó a un destino inesperado: quedó atrapado en el inframundo, debajo del prakriti, condenado a no regresar jamás.

Desde entonces, cuentan los ancianos que en las noches más oscuras, un relámpago ilumina el horizonte de repente. Es Washington, tratando de volver a su tiempo y reclamar su destino. Y cada pez que los pescadores atrapan en el mar, dicen, es parte de su descendencia. Sus esposas preferidas, Sol, Luna y Estrella, quedaron para siempre en el cielo esperando su regreso y recordando al hombre que desafió al tiempo pagando el precio de su impaciencia.

La profecía se cumplió. Su historia no tendría fin.

JUSTO ALDÚ

Panameño

Derechos reservados / febrero 2025

 

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Comentarios +

Comentarios3

  • El Hombre de la Rosa

    Muy bella tu prosa lietraria estimado poeta y amigo Justo Aldú
    Saludos de tu amigo Críspulo
    El Hombre de la Rosa

    • JUSTO ALDÚ

      Es un placer Críspulo. Te lo agradezco.

      Saludos

    • Alexandra l

      Un bellísimo e interesante relato, gusto leerte, gracias por compartir.

      Feliz día, Alex.

      • JUSTO ALDÚ

        Muchas gracias Alex por tus palabras.

        Saludos

      • Carolina Varela López

        Excelente narrativa, y un tema muy reflexivo. Gracias por compartir.

        • JUSTO ALDÚ

          Muchas gracias bella dama por su visita, lectura y comentario.

          Saludos



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