Anacrónico

Anacrónico 

Érase así que todo
Llega a su cauce natural,
Como el río que no sabe
Que su fin es el mar,
Como el día que no elige
Su lucha con la noche.

Todo sigue su curso,
Y en su metódica secuencia,
Nos arrastra, sin pregunta,
Como el nacer y el morir,
Como las olas que rompen
Irreverentes al viento.

Los astros giran, siempre eternos,
Pero nosotros no lo somos.
Coexistimos,
Mano con mano,
Hombro con hombro,
Pero caemos, uno tras otro,
En la misma trampa del tiempo.

Todo está escrito, sí,
Y se repite,
Sistemático, sin remedio,
Exacto… cabal,
Reglado en sus estatus,
Dictando las normas de su proceder.

El universo, que nos olvida,
Sigue su ruta de hilos invisibles,
Tejiendo lo divino,
Mientras nosotros,
Muertos y vivos,
Nos arrastramos en la rueda,
Esclavos de su reloj cronometrado.

La vida, y con ella la muerte, se repiten,
No por elección,
Sino por designio.
El nacer y el morir,
Eterna contradicción,
Una mentira que nos habita
Hasta el último aliento.

Todo se vuelve eco,
Anacrónico y vacío,
Cuando lo cumplido no es más
Que lo impuesto,
Ni por él, ni por mí,
Ni por nadie que lo entienda.

Todo es reciente,
Todo es obsoleto,
Nada es presente,
Nada es pasado,
Solo algoritmos grabados en piedras,
En las maderas de las mesas
Que ya nadie toca,
En los asfaltos que olvidan el paso
De las huellas que ya no dejamos.

En la palma de la mano,
En la libreta de un vendedor,
En las estufas de la cocina,
O en los floreros de las iglesias,
En las letrinas de las casas,
En la Biblia de un aficionado,
En el pasaje de un autobús,
En la cremallera de un pantalón.

Así de sencillo,
Así de complicado.
De alguna manera,
Todo tiene un sentido,
Conocido y desconocido,
Un sentido que quema,
Que nos consume,
Para bien o para mal,
Todo encuentra su acomodo.

De alguna forma,
Todo tiene una fecha marcada,
Para volver a existir,
Para volver a morir,
Indivisiblemente.

Es así todo,
En la vida y en el universo,
Donde la nada nos abraza,
Y lo eterno se desvanece en el tiempo.