Rompecabezas

Ellos eran dos piezas que encajaban perfectamente, pero no pertenecían al mismo rompecabezas. Desde el primer momento, todo entre ellos fue fácil, natural, como si se hubieran conocido desde siempre. Sus risas fluían en armonía, sus silencios eran cómplices, y el amor que sentían era tan profundo que parecía imposible imaginar la vida sin el otro. Pero a veces, el amor no basta para vencer lo que la vida simplemente no tiene destinado.

No había una razón clara, ni un error que pudieran señalar. No fue cuestión de falta de esfuerzo o de querer menos. Al contrario, lo intentaron con todo su corazón, pero había una sensación suave y constante de que, por más que se amaran, algo más grande los separaba. Como si, en el fondo, supieran que estaban destinados a caminos diferentes, aunque en ese momento sus almas se sintieran tan unidas.

No fue fácil aceptar que, a veces, puedes encontrar a la persona perfecta para ti, y aún así, no estar destinado a quedarte con ella. No hubo culpas, ni rencor. Solo una profunda tristeza compartida al entender que lo que tenían, por más hermoso que fuera, no estaba hecho para durar. Era como si el universo hubiera permitido que se encontraran solo para mostrarles lo que podría ser, pero no lo que sería.

Se despidieron con lágrimas silenciosas, sin resentimientos. Sabían que siempre se llevarían en el corazón, no como un fracaso, sino como un amor que, por un breve tiempo, les dio todo lo que necesitaban. Pero también entendían que, a veces, amar no significa aferrarse. Amar, en su caso, significaba dejar ir, sabiendo que aunque encajaban perfectamente, nunca serían parte del mismo rompecabezas.