Escribo creyendo que mi pecho se incendia a cada rato. Son gestos que hace la poesía, entre las líneas y van naciendo en las madrugadas intensas de mis sentidos. Espacios, donde mi ser se alborota de historias y afloran en un tiempo, que se va entre renglones, que se escriben sin las marcas correspondientes, porque un sentido poético ha abierto una ventana inasible y he cruzado los umbrales para redescubrir una gramática que pueda ser sentida en los recodos de los tiempos del porvenir.
Son espacios lúdicos y serios, que siempre están interpelando mi voz, con historias que no alcanzan a expresar y sucumben en los ambientes hostiles de la palabra inconexa. Es la poesía fallida de las intenciones y las disposiciones, que no alcanzarán jamás la altura, para que la poesía, sea el alimento necesario para sobrevivir, en un mundo fracturado por el tiempo y el destino.
En los trazos de los intentos por construir una poesía que sea alimento para el alma, la memoria de los muertos, están encargados de incidir en el acomodo de la sangre. Muertos, que continuamente caminan hacia mí, con sus historias recientes, tiñendo mis escasos versos, que no logro plasmar en estas escrituras, que se están construyendo con los ojos cerrados y los rostros ausentes, con la palidez de los atardeceres donde se fraguan mis poemas.
Siento un torrente de sangre, que recorre mi cuerpo, con un calor asfixiante que sigue el hilo de los poemas, que van surgiendo en una corriente descontrolada, que inquiere un conjunto de versos, que nunca están disponibles, porque hay un desaliento, que absorbe la voz, sin permitir oxigenar la piel, que se ha amoratado buscando un aliento, en aquellos días, que no volverán jamás…
Hoy siento que vago por densos párrafos; escribo en papeles ajados y muero, garabateando las mismas metáforas. Son desgarradoras frases, que se inventan en el fondo de un subconsciente, que quiere abrirse paso, para contar su propia historia; luces y sombras de una aventura cotidiana, que está continuamente empujando la realidad, para que los inflexibles cánones de la especie humana, puedan manifestarse en los versos, que se van creando, en los intestinos de los días nacientes.
Son las primaveras, que visten a las flores, en un afán por sentir que la belleza está al lado de todas las cosas que sobreviven, asidas al resplandor de una luz mayor… Es el intento permanente por reconstruir las imágenes, que están escondidas bajo un cielo, que se desgarra cada día, incapaz de leer los silabarios de la corteza de los tiempos, que chapotea al fondo de la vida, en el agua radiante, que se enciende, en las noches de luna nueva.
En mi interior, una voz susurra cosas extrañas y una intuición cierra las puertas de la razón, para dejar que el inconsciente manipule la imaginación y haga creer que hay una gran parte dormida en el cerebro, que sangra realidades puras, que no se alcanzan a masticar, porque el tiempo es implacable y el sueño tiene un espacio dormido, en algunas horas indeterminadas, de los insomnios mayores.
Para despertar, ensayo claves de una poesía, que navegue por mares desconocidos e invento nuevos puertos y señalo horizontes curvos y oblicuos, donde un sol naranja, se posa sobre los silencios, para cerrar los antiguos días congelados, de un mundo que se deshace en mi voz, como un helado.
Talvez, mis aspiraciones por trascender, me tienen en equívocos trabajos o he tecleado por mucho tiempo, frases que no van a ningún lado; será que los dioses ocultos de las lecturas infantiles, influyeron sobre los lugares de la imaginación e insistentes en las inflexiones de los amaneceres, intentan majaderamente, explicar el nacimiento de una flor.
Será que la poesía es una excusa para tener un oficio, que nunca será reconocido, porque la simpleza de una voz provinciana, se ha mezclado entre la masa, en una ciudad, que devora seres, en los incognitos pasajes, donde la muerte acecha con desparpajo.
Inconsciente de los relojes, de las absurdas responsabilidades, de las incoherentes frases, he puesto a disposición de la poesía, todos los recursos emocionales, para que el fuego interior y las voces poéticas que me circundan, me empujen a escribir con letras rojas y sangrantes, la mística emoción de estar en la antesala de una poesía nunca escrita; que está atenta a la magia primigenia de las voces, que escondidas de la ciencia, va redescubriendo las inmensidades de los seres humanos.
He preparado el camino y una voz interior, me ha regalado un nuevo traje para enfrentar otro rumbo; una valija de sueños, que llevo hace mucho tiempo conmigo, guarda los restos de prosas, que han sucumbido a la realidad pura, que engañadora, hace que de vueltas y vueltas por los mismos renglones, en el juego de una semántica elaborada, con frases hechas.
Llevo conmigo muchas ansias, pasión alborotada, aliento sin destino y un corazón que tiene una memoria que sangra… Además, llevo una remembranza llena de historias, que se han mantenido en el tiempo, con seres que han marcado a fuego, mi corazón.
Escribir, me ha hecho pensar que la trama de la escritura, son experimentos por vencer el tiempo: esa línea recta, que no se cansa de avanzar, sin importarle a quien va dejando atrás. Ese constante “tic tac”, que me hace tensar el día y va tapiando los sueños de claros y oscuros, en tardes interminables o retrocediendo en los amaneceres instantáneos, que se despiertan, desde los sueños oscuros que ha dejado atrás la noche.
La poesía no es un espacio irreal. Es una manía de las letras, que se juntan, forman frases e ideas, creando el fundamento interior, que hila textos y llena de vida lo que llevamos dentro, en una suerte de río, que circula por las venas y va en su camino alimentando a los seres interiores, que surgen de los precipitados días de este tiempo, que roe alma.
No tengo la costumbre de escuchar las nuevas voces y tampoco me hablan al oído seres de otros planetas. Sólo -de vez en cuando- un pensamiento me señala un porqué y ahí, desenfrenado salto a buscar las certezas, que alguna vez tuve.
Lo demás, son 100 intentos, para el fuego de la poesía me dirija, pero hay una porfiada levedad sin sentido, que me lleva a rincones oscuros, donde mi cerebro sufre transformaciones y tiende a dilatar los momentos, cerrándose a pensar en novedades, que el corazón va produciendo, generando un estado mental, que paraliza mi frente. Después de eso, camino por los pasillos de la realidad, buscando entre las gentes alguna clave, que pueda hacerme sentir que existo; escudriño como un andrajoso, buscando restos de comida espiritual, que permita abrir una puerta, a eso que llevamos dentro y brota en la poesía, como una luz… Pero mi ser está atrapado entre las nubes de la realidad virtual y los fenómenos ocultos del sistema social y muchos otros espacios, que impiden habitar la realidad, desde los versos espontáneos que nos dicta el corazón.
Los momentos posteriores, son párrafos que la memoria estruja para hacer sus juegos de palabras, ilusionándonos con nuevas ideas, que son las viejas formas en que la vida me ha llenado de miedos y pudor. De este modo, transito enfermo, taciturno, desconociendo a los que van a mi lado. Aunque sueño con encontrar, en mis precipitados pensamientos, la frase maldita que pueda abrir un espacio nuevo, que encuentre el hilo de las voces existenciales y lúdicas de los poetas, que se colgaron al misterio del cosmos y sellaron los mejores versos, para los corazones que viven bajo los muertos.
No tengo una estrella que me guie y mi poesía está desarrollada por la interacción simple con las frases hechas y no hay ningún fundamento que pueda romper con aquello que estoy diciendo. Lo que siento después de mis intentos por escribir, son insistencias interminables, con pocas novedades y muchos silencios, que resienten el alma.
-
Autor:
edgardo vilches (
Offline)
- Publicado: 25 de febrero de 2025 a las 09:57
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Alfonso J Paredes (AlyParCa), Augusto Fleid, EmilianoDR
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.