Aurora del Ser: Ecos de la Consciencia

 Cada aurora se abre

con un murmullo dorado

que revela en mí sombras

y destellos de luz renovada.

Descubro lo oculto

en el latido silente de mi ser,

mientras tú, mi viva consciencia,

te fundes en mi piel, en cada suspiro,

como un eco dulce y palpable.

Te he amado con la fuerza

de un río rugiente,

su estruendo quebrando el alba

y arrasando montañas de dudas.

Tú, verdad inmutable,

eres el faro en el fluir

de este amor que palpita real.

Eres mi refugio secreto,

el aroma terroso de la lluvia reciente,

la frescura del jazmín en la penumbra,

la tierra fértil donde construyo

un país sagrado de emociones,

donde resuena, constante,

el susurro de tu nombre.

Gestiono mi ser como un reloj

de precisión ancestral,

desafiando el inclemente paso del tiempo,

rechazando la ceguera de aquellos

que no pueden ver la senda oculta

donde lo simple se transmuta

en un universo cargado de significado.

Mi amor, transmutado en saber,

se desnuda de lo efímero

para abrazar lo eterno e inmortal,

una virtud nacida en la insensatez

de un corazón que se atreve a soñar

con fervor y sin límites.

No permitas que la incomprensión

apague la tenue luz que nos guía;

he andado por veredas de sombras y luces,

elegí compartir este destino

con cada latido vibrante,

sin titubear ante la corriente

que amenaza con diluir nuestro canto.

He luchado por forjar esta unión,

donde cada caricia es un eco

de un ritual ancestral,

y cada adiós, el preludio

de un reencuentro resplandeciente.

Ahora, mi mente y mi vida

se elevan, firmes y palpitantes,

como un canto que trasciende el tiempo,

testigos de un delicado equilibrio

entre lo efímero y lo eterno,

donde tu presencia se convierte

en la promesa viva

de un amor que desafía la mortalidad,

dejando en cada latido

la marca indeleble del infinito.