Recuerdos de escuela Rural

"Recuerdos de escuela"

Que recuerdos son aquellos

que bordean el campo, la escuela y los cerros.

Muy de madrugada comienza el trayecto

entre el canto del gallo y el cielo negro.

Arreglada la mochila cargada de libros y cuadernos,

también de sabiduría y algo de ingenio.

El camino es largo, pero el pensamiento es bueno,

poco a poco se va sumando el amanecer y de las aves, el concierto.

Aún está fresco, es comienzo de año,   y el desafío tal vez eterno,

con la actitud todo será un acierto.

Se agradece el clima claro y suave, que acaricia el trayecto,

pero a veces la tormenta, la lluvia, el fangoso barro,

el frio o el calor extremo

hace difícil la caminata para llegar al anhelado templo.

Un Trayecto agreste, a veces verde y en ocasiones desierto,

que logra por momento darte descanso

bajo alguna sombra que se va quedando

y en momentos te abraza congelando energías,

pero la motivación sigue,

para cumplir los sueños día a día,

de aquellas sonrisas, preguntas y deseos,

tal vez de la pelota, tal vez de aquellos juegos,

tradiciones o de aquel llanto por los rasmillones.

Nada nos detiene,

se sigue creciendo, apurados y curiosos se llega a la escuela,

que escondida está detrás de los cerros,

llena de sabiduría para responder por los pequeños desconciertos

que desafían su esforzada vida,

Nos abruma el frío, pero te abrigan abrazos y besos.

La sala se tempera con la estufa añeja,

después de contar nuestras anécdotas

se recorre los cardinales, visitando rostros, cultura y experiencias,

como la práctica ciencia,

por otro lado, el arte se experimenta y hace navegar los sentidos

y los sentimientos vuelan,

aquí, aquí nadie se queja,

nace la creatividad y se fortalece la inteligencia.

En el salón transita números, letras, cuentos y poemas,

pasan de largo haciendo esquemas: la geometría y las decenas,

se agregan la suma y otros problemas,

pero todo se resuelve

porque la actitud es buena.

La sala ya no es tan terca,

tiene colores con orejas, risas locas y algunas piruetas.

A veces un regaño por no estar alerta,

pero todo sigue su curso en las tablas añejas.

Llego la hora de la merienda,

todos corren para lavarse las manos en la pileta,

saborean aromas de comidas ajenas,

se aprende postura, hábitos y respeto,

se goza la presa y la charla amena.

Continua el día,

vuelve la materia en compañía de la huerta y la hierba buena

Cuidamos nuestra salud con tradiciones viejas

que se trasmiten con la palabra certera.

La promesa está hecha

y un apretón de mano la cierra,

mañana, mañana se vuelve con las tareas resueltas.

Entonces, vuelve el silencio,

Y la sala se apena, las sillas se callan y también la mesa.

El pizarrón ya no grita

se duerme en espera.

Un pestillo cruje, mientras la puerta se cierra.

Y ella queda sola,

pareciera que de las ventanas lloviera,

nos mira desde lejos,

nuestra pequeña escuela de madera.

Ya, todos de regreso a casa,

hasta la cocinera,

llevamos las mochilas secas,

pero nadie apaga su voz,

sigue la sonrisa, el grito y algunas carreras,

en ocasiones escondidos detrás de ramas, para darnos una sorpresa…

que recuerdos aquellos,

que bella experiencia,

dejamos en cada aula, una dulce huella.

El tiempo ha cambiado,

Ya quedan pocas aulas de madera,

y en las urbanas escuelas, No se sigue las tradiciones, la tecnología se queda,

ya no hay juegos de salones, ni de patio en hierba fresca,

ya no se ve las piruetas, ni las escondidas detrás de la cerca,

ya no se escuchan las risas locas de las bromas traviesas,

la pantalla azul, los congela

Pero nuestra escuela, nuestra escuela, aún se vive las experiencias nuevas,

las aventuras, la creatividad, los valores y la fuerza,

aún se respira aire fresco, se escucha, se canta, se ama la naturaleza,

aún se percibe el calor hogareño de abrazos familiares de escuela.

Quedan pocas, si quedan pocas, el tiempo las lleva,

pero no hay mejor significativo,

que el aprendizaje en una rural escuela.