Hecho Polvo

En el corazón de un vasto desierto yacía una piedra solitaria,

gastada por el tiempo, firme en su trayectoria.

Al borde de las arenas, donde la rutina termina,

florecía un bosque, promesa divina.

En la piedra, marcada por hondo cincel,

resplandecía Virgo, en silencio cruel.

Entonces llegó Libra, brisa vivaz,

soplo de vida, dulce y tenaz.

Una y otra vez intentó moverlo,

acariciando su arista, buscando entenderlo.

Mas la piedra, rígida en su quietud,

temía la danza, negaba virtud.

Libra susurraba con risas de viento,

quería guiarlo más allá del momento.

Pero él, anclado en su propio pesar,

no hallaba fuerzas para caminar.

Solo tras lucha y esfuerzo sincero,

Libra logró un roce, un gesto ligero.

Cansada de espera, suspiró al final,

y se alejó triste, dejando el umbral.

Sin el abrazo de aquella brisa querida,

algo en la piedra cedió, perdió vida.

Grietas brotaron desde su interior,

hasta deshacerse en polvo y dolor.

Ligero al fin, el polvo voló,

pero Libra, ausente, ya no lo vio...