UN PECADO DE MUJER

HENRY RUIZ

 

Y para mí sorpresa, la vi allí, tirada en la cama tan frágil y a la vez tan tierna, seductora, semidesnuda y con ansias de querer volverme loco, provocando a mis demonios, incitándome al placer, pues que pecado de mujer, que pecado tener allí el privilegio de vivir, de sentir, de amar y ser amado.

 

Sin resistencia alguna no tuve opciones pues mi única opción fue tomar la ventaja que ya estaba a la vista, poniendo una pausa mientras la miraban mis ojos, mientras por otro lado mi cuerpo entraba en calor, un calor veraz, un calor intenso, con un inquietante deseo de hacerla mía.

 

Y estaba a la vista, allí, recostada, adormecida, pero también deseosa, sintiendo el rose de mis manos tocando su piernas, basando cada parte de su partes, entre caricias ardientes cual serillo prendiendo una hoguera, con una soplo del viento encendiendo un fuego que nos adentraba a la lujuria, a la ternura, al deseoso momento de dos cuerpos llenos de vida.

 

Para mi sorpresa, no pude evitar tomarla, besarla, tocarla, sentirla mía, tan mía que sus gemidos me estremecían, tan mía que su cuerpo se inundó en deseos, tan mía que no pude evitar ser parte de ella, y ella de mi, que pecado de mujer, que siempre quiero hacer mía.

Henry Ruiz

27 DE FEBRERO DEL 2025

®DERECHOS DE AUTOR

 

 

 

 

 

Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.