Corría y corría sin parar, y sus pasos ligeros tras de mí no me dejaban descansar. Los sentía muy cerca, me pisaban los talones. Sudores fríos… parecía toda una escena en cámara lenta. De repente vi la lápida rota, totalmente resquebrajada. Una mano gris muy pálida se zafaba de los trozos buscando salir afuera. Entonces, corrí hacia el pasillo a la derecha. No puedo poner en palabras los gritos de ultratumba por todas partes del cementerio. Corría y corría sin parar. Sentía una adrenalina desbordante. No me lo pensé dos veces: Di un salto grande, me aferré a la cornisa, trepé y caí afuera. Aturdido giré el cuello y vi su rostro nefasto. Reptaba, bajaba… Me interné en el bosque sin miramientos arrastrando los tobillos entumecidos por la caída. Vi una cueva y entré. Cerré los ojos, tapé mi cabeza y noté cómo la orina y las heces llenaban mi pantalón.
Ha sonado la alarma y menos mal… ¡Maldito sueño! Eso pasa por hacer la ouija de cachondeo con los colegas. Me levanto y, como cada día, intento por cinco minutos recordar bien lo que he estado soñando. Como si esa fuese la forma de permanecer un poco más en lo onírico o, al menos, de tomar la habilidad de estar más presente en el mundo de los sueños. Cojo mi biblia y leo un capítulo de Corintios: ser espejos de la luz del señor para ser semejantes a él, quedar bañados por su gloria… Me pongo de rodillas y oro. Agradezco el nuevo día, el canto de los pajarillos… Enciendo un palo santo, me aseo y hago la cama. Ya estoy listo para comenzar el día después de un desayuno bien nutritivo: avena, frutos secos, proteína vegetal y algo de fruta. Me siento en el pupitre, abro el ordenador y escribo…
Mis hermanos se han ido al trabajo, son las 6 a.m, y no logro coger el sueño. Escucho unos pasos en el salón y un golpe. El miedo corroe mis entrañas, así que me voy a la habitación de mis padres, subo a la cama y abrazo con todas mis ganas a mamá por la espalda. Los pasos están subiendo… Entran a la habitación. ¿Acaso nadie los oye? ¿solo yo? Están dentro, es alguien que no pertenece a este plano. Camina hacia mi espalda. Lo noto detrás. Se levantan un poco las sábanas y aire frío entra a los pies de la cama. ¿Acaso mis padres no lo sienten? ¿solo yo? Un dedo me golpea la espalda. Lloro. Lloro sonora y desmedidamente. La actividad paranormal desaparece, papá y mamá dicen que duerma entre ellos. Y en una calma protectora agradable me duermo…
No ha sonado la alarma y menos mal… porque no soy un loco por no querer olvidar algo que viví realmente y escribirlo. Eso quizá pasó por hacer la ouija de cachondeo con los colegas. Quizá no debas jugar…
No juegues.
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Autor:
alegazpa (
Offline)
- Publicado: 28 de febrero de 2025 a las 14:42
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, EmilianoDR
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