ESCAPE DEL PAÍS DE NUNCA JAMÁS (Artículo periodístico de mi autoría)

JUSTO ALDÚ

En los rincones más convulsos de América Latina, la historia parece un carrusel interminable donde los protagonistas cambian de rostro, pero no de esencia. Gobiernos populistas, ya sean de izquierda, de derecha o dictaduras, se suceden con promesas de redención nacional mientras perpetúan los mismos vicios que han condenado a la región a un ciclo de inestabilidad. El espejismo de cambio se desvanece rápidamente cuando las nuevas administraciones se tornan en meras versiones recicladas de las anteriores.

El populismo se alimenta del desencanto popular, ofreciendo soluciones simplistas a problemas complejos. El discurso mesiánico que exalta la voluntad del pueblo y demoniza al enemigo (sea la oligarquía, el imperialismo, los migrantes o los empresarios) es una herramienta recurrente. Sin embargo, bajo el manto de la "justicia social" o la "soberanía nacional", los líderes populistas a menudo se dedican a centralizar el poder, debilitar las instituciones y perpetuarse en el gobierno. No importa si el régimen se tiñe de rojo o de azul; el patrón se repite con alarmante consistencia.

La socialdemocracia se plantea como una alternativa viable a este ciclo destructivo. Un sistema que equilibra el respeto a la propiedad privada con la atención a los problemas sociales es fundamental para construir sociedades más justas y estables. No se trata de un modelo perfecto, pero al menos ofrece un marco donde el progreso económico y la equidad pueden coexistir sin que el Estado se convierta en un ente todopoderoso o, por el contrario, en un espectador inerte ante las desigualdades. Indudablemente tiene sus críticos y hasta detractores, por lo  que tampoco puedo afirmar como axiomático este  sistema.

El dilema se agudiza cuando el líder de turno demuestra ser un sociópata con un ego desmedido. En este punto, la ideología pasa a segundo plano y el país entero queda a merced de una personalidad patológica. Donald Trump es un ejemplo paradigmático de cómo la desconexión afectiva, el narcisismo y la prepotencia pueden erosionar la democracia desde dentro. Su discurso polarizador, basado en la discriminación y la exaltación personal, creó un caldo de cultivo perfecto para la división social y el debilitamiento institucional. América Latina no está exenta de figuras similares; de hecho, ha sido terreno fértil para caudillos que han utilizado la democracia como un trampolín para instaurar regímenes autocráticos.

Cada ciclo electoral representa una nueva esperanza, un anhelo de que, finalmente, lograremos escapar del "País de Nunca Jamás" en el que el populismo nos mantiene atrapados. Sin embargo, la historia nos enseña que el cambio de rostros no es suficiente. Los vicios estructurales persisten mientras la educación política de la población siga siendo deficiente. No basta con el acto mecánico de depositar un voto en la urna; es imprescindible comprender las implicaciones de cada elección y los peligros que acechan cuando se elige a líderes sin escrúpulos.

La salida de este laberinto no se encuentra en nuevas figuras carismáticas que prometen ser diferentes, sino en la construcción de una ciudadanía informada y crítica. Solo una sociedad que exija transparencia, que valore las instituciones por encima de los caudillos y que entienda los peligros del populismo podrá romper con el ciclo. De lo contrario, el destino de América Latina seguirá siendo el de un náufrago que cree ver la orilla en el horizonte, solo para darse cuenta de que la corriente lo devuelve al mismo punto de partida.

El populismo es una trampa disfrazada de salvación. Es urgente aprender la lección antes de que sea demasiado tarde. Si no educamos a la población, si no fortalecemos las instituciones, si seguimos apostando por salvadores en lugar de políticas públicas coherentes, el "País de Nunca Jamás" será nuestro hogar perpetuo. La verdadera revolución no es el cambio de mando; es el despertar de la conciencia colectiva.

 

JUSTO ALDÚ

Panameño

Derechos reservados / febrero 2025

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Comentarios4

  • El Hombre de la Rosa

    Genial prosa literaria has escrito estimado poeta y amigo Justo Aldú
    Saludos de Críspulo desde Torrelavega
    El Hombre de la Rosa

    • JUSTO ALDÚ

      Como siempre te agradezco tu visita, lectura y comentario, en este caso del artículo.

      Saludos Críspulo.

    • Freddy Kalvo

      Tal vez me he vuelto incrédulo, apático, pesimista, pero ya no creo en ningún sistema político; ni aún en los socialdemócratas que también hacen sus fechorías.

      Y tal vez lo mio sea como lo dijo el brasileño Valter Pomar: "pesimismo de la razón".

      Un abrazo fraterno mi estimado amigo JUSTO ALDÚ.

      • JUSTO ALDÚ

        Totalmente comprensible tu opinión. Muchos van a las urnas y votan en blanco.
        Gracias por leer y comentar.

        • JUSTO ALDÚ

          No basta con el acto mecánico de depositar un voto en la urna; es imprescindible comprender las implicaciones de cada elección y los peligros que acechan cuando se elige a líderes sin escrúpulos.
          Aquí dejo en claro que "Hasta la socialdemocracia tiene sus críticos y detractores, por lo que tampoco puedo afirmar como axiomático este sistema".
          Solo una sociedad que exija transparencia, que valore las instituciones por encima de los caudillos y que entienda los peligros del populismo podrá romper con el ciclo.
          En palabras breves: La educación es el camino.

          saludos

          • Freddy Kalvo

            Sí, eso es lo que desde la filosofía se conoce como el "deber ser"; pero creo que todos, o al menos buena parte del "todos", hemos logrado comprender - a lo largo de toda la historia - cuál es el verdadero "ser". Y creo que eso es así - haciendo un análisis desde la doctrina de la "Economía Política", que quien tiene el poder económico, tiene también el control del poder político; en ese sentido, cuando hay un gobierno que no sea de derecha (que ya sabemos quienes gobiernan), ese poder económico sigue tras bambalinas ejerciendo el poder político o maniobrando para que no se le dañen sus intereses, porque algo hay que tener claro - desde el análisis de la Historia del Derecho (tal como lo hace saber Federico Engels en su libro: "El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado"), que junto a la creación del Estado (que nace para protección de los intereses de la clase dominante), también nace el derecho (las leyes) para cumplir con los mismos fines. Pero igual, a lo largo de la historia nos han hecho creer (o al menos lo han intentado con muchos), que las leyes son para beneficio del pueblo; que el Estado es para garantizar el interés o bien común (Platón y la República); pero tú y yo sabemos que todo es "deber ser"; y si alguien llega con el interés de que eso se haga realidad y no solo teoría, de ponerse en contra del poder económico que siempre busca seguir manipulando los hilos de la política y la economía, lo apartan del camino, como sucedió con el General Omar Torrijos en Panamá; Roldós Aguilera, en Ecuador; Salvador Allende, en Chile; y un largo etcétera.

            Y los que menciono no eran de izquierda necesariamente; más bien eran socialdemócratas y ya sabemos la suerte o mala suerte que corrieron.

            Sé que el tema de la política es escabroso. Lo he vivido en carne propia y, por ello, te expresé con sinceridad lo que pienso en mi primer comentario.

            Abrazos fraternales mi buen amigo. Sigue escribiendo que la palabra nutre el debate y, consigo mismo, la masa gris.

            • JUSTO ALDÚ

              Gracias por tus comentarios.

            • William26🫶

              Te leo y de paso te dejo mi estrella 🌟 Excelente artículo...un abrazo.

              • JUSTO ALDÚ

                Agradecido por tu lectura y comentario Williams.

                Saludos

              • Javier Julián Enríquez

                ¡Muchas gracias, JUSTO, ¡por compartir esta maravillosa prosa! Ha sido todo un placer sumergirme en su lectura:
                “La verdadera revolución no es el cambio de mando; es el despertar de la conciencia colectiva.”
                Recibe un afectuoso saludo y cordial abrazo

                • JUSTO ALDÚ

                  Usted ha entendido perfectamente bien. No es izquierdas ni derechas, es que bajo el subterfugio de ser salvadores emergen gobiernos populistas. Recuerdo que una vez me lo señaló.
                  Necesitamos -y me incluyo- educarnos para saber elegir.
                  Gracias por su comentario

                  Saludos



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