El eco de tu nombre

Hermann Garcia

Parece que escucho el eco  

al decir en voz alta tu nombre  
en las paredes de mi alma.  
Alma triste y sola  
que necesita de la fuerza vital de la tuya.  

Recuerda: las almas nacen  
y son divididas en dos por Dios,  
colocando cada parte en diferentes cuerpos.  
Los cuales son lanzados al mundo  
para que, por diversión o placer de ese Dios,  
se busquen y se encuentren  
y sean felices.  

 

Yo tuve la fortuna de encontrar mi otra mitad.  
Solo tuve que buscarla por dieciocho años  
y la disfruté tres.  
Pero por tonterías de la vida, la perdí  
y sigo lamentando en mi ensueño  
segundo a segundo.  

Afortunadamente, ciertos destellos  
seguían guiando mi vida.  
Algunas promesas, ilusiones, fantasías  
mantenían con vida mi corazón.  
La paciencia rindió sus frutos  
y, nueve años más tarde,  
volvió a ser uno las fracciones de esta alma.  

Por unos minutos se volvieron a juntar,  
a ser felices, disfrutarse, amarse.  
Y mi cuerpo carnal, con una inmensa sonrisa,  
se quedó ilusionado  
porque tontamente creyó  
que esta unión sería el principio  
del reencuentro diario.  

 

Pero, tristemente, hoy  
al gritar tu nombre  
en el lenguaje de mi alma,  
el eco es mortal.  

Me recuerda lo triste que soy  
sin mi otra mitad.  
Quiero estar junto a ella,  
pero ella me ignora.  
Yo sé que no se puede forzar a nadie  
a estar con otra persona,  
pero dime, ¿cómo se lo explico a mi alma?  

 

Cada día, cada minuto, cada segundo,  
te grita desesperadamente,  
busca tu rostro, recuerda tu sonrisa  
y solo recibe como respuesta  
este terrible eco  
que acaba poco a poco con mi ser.  

Sé que no leerás esto,  
pero solo así puedo darle un respiro  
a esta maldita alma  
que no tiene la culpa  
de que su otra parte  
fuera colocado en un cuerpo tan bello.  

 

No tiene la culpa  
de que cada vez que te recuerda  
hace que el pobre corazón de mi cuerpo  
se revolucione.  
De que cada vez que te ve, se ilusione.  
De que cada vez que está contigo,  
sin estarlo, se regocije  
y trate de engañarse  
y decir que será la última vez,  
que mañana te olvidará.  

Pero es imposible.  
Somos parte de un mismo ser  
y tarde o temprano  
—al parecer en otra vida—  
nos reconciliaremos.  

 

Me duele mucho  
que dejemos pasar el tiempo  
y desperdiciemos esta vida.  
Pero me consuela  
que en las posteriores  
siempre estarás a mi lado.  

Te quiero mucho,  
te amo,  
te recuerdo con cariño.  
Y, como siempre,  
soy paciente  
y esperaré otros nueve años,  
si es preciso,  
por esos minutos  
en que nuestras almas se funden  
y vuelven a ser una.  

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Comentarios +

Comentarios1

  • Francisco 1987

    Hummm....almas gemelas



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