VORAZ Y SILENTE

Hernán Mejía Silva

Él no entró corriendo,

se paró al pie de la cama,

fue sutil cual mal de amores,

como un laberinto inconexo.

 

No necesitaba pretexto,

era luz ausente de crisoles,

la sin razón de quien ama,

en su tiempo desapareciendo.


Nos devoraba con sus sombras de colores,

lo vimos dormidos sin escucharle,

el luto inconcluso llegó de repente y…

 

 

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