Me arrancaron la piel de un mordisco
y lentamente la sangre escurrió sobre mi cuerpo
allí estaba desnudo con dolor
entre la agonía y el placer.
Conociendo las ínfulas que permiten
al humano matar, mientras masticaban mi piel.
Luego unos dientes me arrancaban trozos
de músculo, dejándome hasta los huesos
con el dolor a tope, con la agonía.
El placer se había esfumado.
Luego dentro de una boca recibí chupetones
que absorbió lo que resta de mi sangre
acabando con mi vida,
dejándome como una ciruela recién comida.
Luego me lanzaron al suelo, dejando mi cadaver
a la deriva, con mis restos perdidos
y mi esencia dentro de un estomago.
Y pensar que en aquel "árbol" muchos
de mis compatriotas tendrán el mismo
destino trágico que el mío.
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Autor:
David Pech (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 13 de marzo de 2025 a las 00:25
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 37
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Loresita, Vogelfrei, pasaba, El Hombre de la Rosa
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