Ochenta y siete otoños,
hojas caídas de una fuerza ancestral.
Tus manos, ríos de arrugas,
mapas de historias, de amor sin igual.
En tu vientre, un eco,
mi llanto primero, tu sonrisa después.
La vida, un milagro,
brota entre dolores, esperanzas, y fe.
Hoy, la vejez te abraza,
sombra tenue, cansancio en la piel.
Pero tus ojos, luceros,
guardan el brillo de un amanecer.
Madre, mi roca, mi raíz,
tu amor, un faro en la oscuridad.
A Dios le pido, en silencio,
que te arrope con su inmensidad.
Que cada suspiro sea suave,
que el dolor se disuelva en la brisa.
Que tu amor, cuál paloma blanca,
vuele libre, sin prisa.
Eres mi refugio, mi canción,
el latido eterno de mi corazón.
Y en esta poesía, te entrego,
mi amor, mi cuidado, mi dulce anhelo.
© 2025 OneyCFCuba
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Autor:
Oney Cabrera Felizola (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 17 de marzo de 2025 a las 10:52
- Categoría: Amor
- Lecturas: 43
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque, pasaba, Antonio Miguel Reyes, Alfonso J Paredes, alicia perez hernandez, Pilar Luna, EmilianoDR, 🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮, JAGC, El Hombre de la Rosa, Hugo Emilio Ocanto
Comentarios1
Es bellamente hermoso y magnífico el amor que sientes hacia tu madre, poeta.
Ochenta y siete años tiene quien la vida te dió.
Seguro estoy que tu amor hacia ella ha de ser hasta su último suspiro... y muchísimos años
después de él...
Gracias por el amor intenso que le dedicas a tu madre.
Mi madre dejó este mundo a los sesenta y ocho años.
Está, durmiendo en la casa del SEÑOR...
Abrazo, poeta.
Hugo Emilio Ocanto.
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