Mi extraña desilusión

Me desilusiona pensar que todo lo que busque en la naturaleza, en la fantasía, en lo que dicen o escriben otros, en mis minutos sordos y mudos, en la simpleza de una puesta de Sol, o un amanecer claro, en los rincones de tus ojos, en tu andar, en el aire aromado con tu perfume, en tu piel, en tus costados, en las sombras que se dibujan en la cama, en el extrañar de tus ausencias, en tu olor a café de madrugada, en tu inocente brillo al mirarme, en el audáz reposo de tu ropa desprolija al hacerla bailar en el aire y dejarla caer, en el sutil detalle de embellecerme la imagen con la magia que te florece de algo tan ruín como cocerme un abrigo, en los apretones de cuerpo que nos hace suspirar el pecho después de la tempestad que dejan tus sequías y mis nubes negras de tormento, en la locura de apretar fuertemente mis labios contra los dientes al pensar o al oírte hablar de esas manchas de aceite y grasa que el pasado reciente dejó en tu carne al descubierto y el sudor de mi esfuerzo cotidiano intenta limpiar en cada beso, en la nostalgia que irradean las ruinas de una valerina vieja en esa garrafa eterna, en las flores marchitas y agonizantes que amenazan mis campos desde la lejanía de los bosques secos de tus huellas, en la soledad de un recuerdo tan entendible como inconcluso que se escapa de vez en cuando por tus labios de fresa, en un instante dulce en el que tus sueños derraman paz en forma de caricias que contienen y consuelan las ganas de llover en mis pupilas, en el anhelo de abrazarte hasta ahogarte de ternura...

Me desilusiona pensar que todo se torne tan diminuto, tan insignificante a la hora de decirte que sos el amor de mi vida.