En un rincón del vasto planeta (Prosa)

En un rincón del vasto planeta, el eco del hambre resuena como un susurro ahogado, una sombra que atraviesa los paisajes de la opulencia. La tierra, generosa en su esencia, ofrece frutos que se desvanecen ante ojos que no pueden mirar, mientras la esperanza se convierte en un horizonte distante.
Los campos, aunque verdes, son abrazados por la sequía del olvido, y los cultivos, huellas del esfuerzo humano, se marchitan bajo el peso de un vacío inexplicable.

La humanidad, en su búsqueda incansable de poder y posesiones, ha tejido un manto de desigualdad, donde el manjar se convierte en un lujo vedado. En las mesas de banquetes suntuosos, se sirven delicias que celebran abundancia, mientras en los rincones olvidados, las voces se apagan, ahogadas por la falta de sustento. Se alzan las olas de un mar de alimentos en la sombra de la avaricia, mientras el viento lleva consigo el lamento de aquellos que solo anhelan un bocado.

Y en esta danza de la desidia y la abundancia, los corazones laten al compás de la necesidad, entre la urgencia de sembrar y la esperanza de cosechar. Cada grano que se pierde es un suspiro no escuchado, un sueño marchito que nunca florece. La lucha contra el hambre se vuelve un clamor que resuena entre montañas y valles, un grito que reclama solidaridad, empatía y una reconfiguración del destino compartido.

Así, en cada rincón donde el hambre se posa, se siembra una semilla de cambio. La consciencia se despierta, la acción se toma de la mano de la compasión. Porque el verdadero banquete no es aquel que se sirva en el lujo, sino el que se comparte en comunidad, donde cada plato es un lazo, cada alimento un gesto de amor. Y al final, solo cuando el hambre sea un recuerdo, podremos caminar juntos hacia un amanecer donde cada estómago esté lleno y cada alma satisfecha.

Gonci, 2025