La ceremonia

Jhetsefany

 

Empieza la ceremonia
y un olor a incienso brota,
yo me siento muy sensible
frente a mantones y cofias,
y es terrible, muy terrible,
es Dios contra Babilonia,
sufrir lecturas del rito
viendo miradas copiosas
hacia un estrado sombrío
bajo luz de velas gordas,
y yo veo a los mirones
muy tiesos, rígidas formas.

 

Se hace eterna la tortura
mientras se sigue la norma,
y aparecen los Corintios
donde el amor se conforma
con el honor del servicio
que en los salmos se invoca;
se sientan encorbatados
y yo de pié entre las rosas
sin poder decir ni mu,
salvo a preguntas bisoñas,
la Monción y el Escrutinio
con la música sinfónica.

 

No se acaba, dura tanto
que hasta el aire se agarrota;
ceremonia eterna y lenta
donde al rito se le elogia
con los aros y monedas
que con brillos te coronan
en recuerdo de los trances
de la rica y vieja Roma,
símbolos de sumisión
para conseguir la gloria
con esa fidelidad
que debe tener toda honra.

 

O tiesos o de rodillas
para dar sonrisa boba,
tras decir siempre que si
aunque me presienta loca,
y segun se dan ofrendas
con un sonido de glosa,
yo percibo otro sonido
de alguien cercano que llora,
quizás alguien apenado
o que muy alegre goza
porque por fin llega el día
de quitarse a una que sobra.

 

Imágenes que rodean
con una expresión de momias
no se inmutan en los credos
ni sus rodillas se comban,
pero ya se advierte el fin
de esta tortura sonora,
porque un órgano persiste
en echar al aire notas
que me llegan al oído
con estridencia nerviosa,
y al final las bendiciones
para todos, voz grandiosa.

 

Siendo ya todos benditos,
los mirones miran hora,
pues es final con principio,
un ocaso y una aurora,
y ese miedo contenido
a una guerra con derrota,
se compensa en un instante
con un grito de victoria
de alguno que bien dudaba
sobre el final de la historia,
cuando voz grandiosa dice:
puedes besar a la novia.

........

 

Jhet

 

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