Si fuéramos una película

Si fuéramos una película, seríamos esa historia que empieza con risas y besos robados, con escenas de amor desbordante y diálogos llenos de promesas. Seríamos esa pareja que todos envidian, que parece destinada a durar para siempre, con una banda sonora perfecta de fondo y un guion que nos haría creer que nada podría salir mal.

Pero tarde o temprano, llegaría el giro inesperado. Los silencios sustituirían las palabras bonitas, las miradas ya no brillarían igual, y las caricias se volverían frías. Habría escenas de discusiones bajo la lluvia, de mensajes que se quedan sin respuesta. Y entonces vendría el momento inevitable: la despedida.

Si fuéramos una película, tú serías quien decide marcharse sin mirar atrás, y yo, el protagonista que se queda con el alma en ruinas, esperando un reencuentro o un milagro y con los recuerdos repitiéndose una y otra vez, como si fueran escenas en pausa. La diferencia es que en una película, tal vez habría un cambio de trama, un final que no sea el que ya todos adivinan.

Pero no somos ficción. Está historia no tiene guionistas,
no hay reescrituras, no hay segunda toma, no hay director que edite nuestros errores, tampoco hay secuelas ni adaptaciones. Y lo peor de todo, es que en esta historia, ni siquiera hay un final feliz.