Llegará el día
en que las líneas de los planos
salten desde el papel y las pantallas
a mis zapatos de muerto más o menos puntual,
trepen mis pantalones de momia sin pantalones,
y se metan por mi boca de difunto parlante
y por mis ojos de cadáver fijos
en el jueves sin viernes o en el sábado sin lunes
para tragarse lo que fue mi corazón,
para comerse al fin el cerebro
que me mató para no dejarme morir de hambre.
Porque yo ya no vivo sino adentro
de un sueño no remunerado
y, por lo tanto, inconfesable.
Apesto a jabón y a un poco de loción
detrás de las orejas y en el trasero
sembrado a mi silla como árbol talado.
Fallecí hace unos cuatro años
—la fecha exacta está en el contrato—,
pero como llego siempre
o casi siempre a la misma hora,
y mi sonrisa se alarga sola
sobre esta máscara de carne y cobardía,
nadie lo sabe todavía
o a nadie le importa.
No puedo renunciar,
aunque haya renunciado a mi destino.
Seguiré despertando en esta pesadilla,
cepillando mis muelas enfrentadas a sí mismas
y mis colmillos despuntados por el miedo,
alimentando mis tripas descorazonadas
con desayunos sin esperanza,
echando café a mi amargura,
y combinando atentamente
los colores de las chaquetas,
las camisas, los pantalones,
el cinturón y los zapatos
para dar cada día descolorido
un paso más hacia el fracaso.
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Autor:
David H. Rosales (
Offline)
- Publicado: 24 de marzo de 2025 a las 16:27
- Categoría: Sociopolítico
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: MIM (Fideo de Mileto), ElidethAbreu, EmilianoDR, alicia perez hernandez
Comentarios2
Jo, que pasada.
Cuídate (aunque no lo necesites)
Manel
Ay…!! Eso baja la buena vibra..! Pero bueno… ya pasé a leer…
Peregrina
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