El Festín Macabro

El festín macabro

Bajo un cielo sin luna, la muerte se inclina,
y en su boca de mármol florece oscuridad;
una danza de espectros predice la noche,
con su paso de musgo, su aroma a morgue y fatalidad.

Las horas se quiebran en nichos dormidos,
donde un cuervo enlutado recita su sermón,
y entre lápidas mustias y cruces olvidadas,
una risa espectral resuena en el lúgubre horcón.

Los amantes se besan con labios de hielo,
y jirones de sombra desgarran la piel;
un banquete de mártires gime en la hoguera,
con el vino maldito del último ayer.

Oh, qué dulce es la ruina que habita en los ojos,
cuando el alma se pudre en su lecho de hiel,
y los huesos susurran secretos oscuros
en la cripta sombría del viejo burdel.

Las campanas redoblan su réquiem de luto,
mientras cabalga la Parca en su manto carmín,
y los muertos, soñando con pétalos nauseabundos,
se arrastran sedientos; los gusanos hambrientos
abren paso en la carne deshecha,
yace el vestigio de lo que fue un cuerpo ruin.