TRISTEZA

Carlos Eduardo


AVISO DE AUSENCIA DE Carlos Eduardo
Hola - Chauuu

 

       Puede no tener origen conocido en tu vida, te habita por completo, un ritmo lento sacude tu mente y te hunde en la nada de la existencia, estás más allá de todo, estacionado en un paradero de ningún lugar, no viene nadie a buscarte ni puede hacerlo, no importas, ni a ti mismo, no es un dolor situado en un sitio específico por una pérdida, enfermedad, abandono, desprecio,... es más parecido a una radiación o a una fiebre permanente, hasta pasma los sentidos, el pensar, el desear, el querer, el movimiento,... no es una anestesia ni una droga ni un vicio, ni el aburrimiento o tedio del estar en el mundo, ella no te clava sino que te invade, te abruma en una fragua a fuego lento reconcomiéndote desde las entrañas hasta la superficie y desde la piel hasta el centro de cada célula; no es ansia de suicidio ni espanto por estar aquí, es un estado de crisálida sin nunca poder saberlo.

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«Oh amigos míos, no hay amigos» -«O philoi oudeis philos»-. No es muy seguro que esta frase sea de Aristóteles. Pero atravesará la historia y la filosofía, y la historia literaria. Entre otros muchos, Montaigne la retomará: «O mes amis, il n'y a nul amy»... ¿No se trata de una sentencia extravagante, de una fórmula tan retorcida que resulta indecisa? ¿A qué amigos se les puede anunciar que no hay tales? ¿Quién tiene valor aún para dirigirse a sus amigos y darles una noticia tan sombría como la de su propia desaparición o la de su inexistencia? ¿Son falsos amigos, a quienes hay que hacerles comprender que ya no existe un solo amigo verdadero? O hay que, en esta «contradicción performativa», como dirían los lingüistas, leer la expresión de un deseo, de un requerimiento, de una promesa: no hay amigos, lo sabemos bien, pero, os lo ruego, ¡lograd que los haya, amigos míos!

Extraído de «Derrida, à prix de ami», entrevista con Robert Magiore, Libération, 24 de noviembre de 1994, pp. I-III. 

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