En un rincón olvidado de la ciudad,
donde la luz se encoge y se oculta ante la verdad,
la inocencia se fragmenta en susurros delicados,
como notas desvanecidas de un violín antiguo
que aún resuena en callejones sin nombre.
Allí, en la penumbra de lo cotidiano,
una memoria de pureza perdida se alza
como el eco de un suspiro,
un vestigio de lo que fue y ya no es,
mientras yo, en mi introspección, me pregunto
si acaso mi propio ser no es también un fragmento
de aquello que el tiempo ha ido deshaciendo.
En el cruce de lo prohibido y lo ordinario,
una niña, tan frágil como el alba,
se esfuerza por imitar sombras ajenas,
reflejos distorsionados de un anhelo inalcanzable,
tejido en los pliegues de una cultura
que, en su afán de espejismos, ha olvidado
la pureza intrínseca de cada alma.
Mientras el mundo se desliza sin detenerse,
la urdimbre social se enreda en secretos silentes,
y el error se vuelve costumbre,
un murmullo melancólico que se disfraza
de ritual inmutable, tan natural como la noche
y tan efímero como el alba.
Yo, testigo silencioso y doliente,
observo con el corazón dividido
cómo mi propia fragilidad se confunde
con el reflejo torcido de un espejo roto,
donde lo correcto se disuelve en la penumbra
y el olvido se cierne como un destino inexorable.
En ese instante de dolor y revelación,
mi alma se cuestiona su complicidad:
¿acaso soy yo, con mis silencios y mis sombras,
otra partícula perdida en el laberinto del existir?
La respuesta se esconde en un eco universal,
en el murmullo de la tierra y en el canto eterno
de una libertad que se conquista a pulso,
donde cada herida es una huella sagrada
y cada suspiro, una rebelión contra el olvido.
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Autor:
Milber Fuentes (
Offline)
- Publicado: 28 de marzo de 2025 a las 10:47
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Milber Fuentes, Yolanda Canas Arias, EmilianoDR, alicia perez hernandez
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