Elegía a una necrópolis o Inmolación ante una ciudad de mármol

Yo vi una ciudad de mármol
con bancos de mármol
flores de mármol
y guardianes 
de mármol.
Ciudad de tarjas y tristes losas
panteones, cruces, y de obeliscos.
Cirios callados
y eterno réquiem
que viaja en forma
de mariposas.
Yo vi las Musas y las Virtudes
con ojos dulces de madre buena
llorar en calma
sus hijos muertos
con llanto humano de multitudes.
De viejo hierro, llegué a la reja
toqué la reja
abrí la reja
crujió la reja
de hierro
viejo:
''solo nostalgia y sacro dolor
te innunda --dije--
urbe sentenciada
que te estremeces cuando imaginas,
que a ti camina
otro seguidor
Devuelve ahora mi bien amado
¿no ves que es pronto?
¿ves mi dolor?''
Pero ciudad, ciudad misteriosa
por toda pugna
me dijo
''No''.
Lloré ante un ángel con una espada
y ojazos firmes de bermellón.
Batió las alas,
blandió la espada 
llamó un querube
que intercedió.
Pasó una lágrima bien discreta por la mejilla de Intercesor.
Pero la Parca que no lo entiende,
no entiende a nadie,
no quiere luz,
dijo lacónica
que no quiere, me dijo: ''muerta sea tu flor''.
Y entre mis manos vi marchitarse
la rosa humilde todo candor,
y las espinas multiplicarse
cual maquinarias de mi dolor.
Llegué al sepulcro
toqué el sepulcro
lloré el sepulcro
clamé al Senor:
''¡Que me reciba te Gloria Eterna!
¡cuidad traidora, tuya ahora soy!''
Y vi los Fieles y un Serafín 
danzando en ronda a mi alrededor
con manto rojo,
rojo escarlata,
cual los ojazos del querubín
que anuncia siempre, con voz de templo:
''¡ciudad de mármol! ¡ciudad de mármol!
corona tu obra
dapaso al FIN.''